Desde muy joven siempre lo he tenido claro: nunca me dejaría leer la mano, ni llamaría al tarot, ni me dejaría seducir por ninguna videncia. Sin embargo, la necesidad me reabrió la curiosidad de saber cuándo encontraría trabajo. Vamos, que me río de las informaciones en los noticiarios de la televisión cuando repiten como día de la marmota que hay depresión postvacacional. ¡Venga ya! Si aun hay muchísima gente que no tiene un trabajo digno. A lo que iba. al final acudí a una buena persona que se dedica a las artes adivinatorias. Todo iba bien, o por lo menos me gustaba lo que escuchaba, hasta que me dijo que me iba a reencarnar. ¿Cómo? ¿yo reencarnarme? Esa idea me trastocó. Necesitaba terapia amigos, se lo comenté a unos cuantos. Todos coincidían: "¡Y eso es lo peor que te ha dicho!". Para mí sí, porque no creo en la reencarnación. Reviví momentos de crisis existencial en el colegio cuando por lectura obligatoria teníamos a «San Manuel Bueno Martir», de Miguel de Unamuno. Y me dije a mi misma que daría importancia a lo que yo creo, a lo que me hace feliz, y me serena. Estas artes adivinatorias a las que sucumbí beben del hinduismo.
Relaxing cup
Artes adivinatorias
02/09/15 0:00
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