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Acabo de leer una frase atribuida a Samuel Johnson que dice: «En el idioma está el árbol genealógico de una nación». Samuel Johnson fue un escritor inglés y está considerado como el mejor crítico y un gran prosista en su lengua. Es el autor más citado en lengua inglesa después de Shakespeare. De modo que cuando el río suena, agua lleva. Hablando de árboles, el jardinero me plantó no hace mucho una morera muy cerca de otra morera y de una palmera. Luego me plantó otra un poco más allá. La que está libre de la influencia de los otros árboles ha crecido lozana y frondosa, tiene las hojas verdes y grandes y empieza a proyectar una sombra espesa que se agradece mucho en los mediodías soleados de verano. La otra, la que compite con la morera vieja y la palmera, tiene pocas hojas y de un tiempo a esta parte se le han puesto negras y parece como si les hubiera entrado la muerte. Si me pongo a pensar en el símil de Samuel Johnson, el árbol poderoso sería el castellano o español, que compite en el jardín de mi casa con la morera que está muy cerca de él, que sería el catalán (o la modalidad del catalán que se habla en mi jardín) Luego el pez grande se come al pequeño. A menos que el pequeño se mantenga lo suficientemente alejado del grande para que no le hinque el diente y como la morera 'independiente' pueda llenarse de hojas gordas y dar mucha sombra. Sí, creo que ahora comprendo todo eso de Catalunya y Escocia; lo entiendo un poco mejor. Deben de querer evitar que les hinquen el diente.

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Me pregunto cuál de los dos árboles de mi jardín escogería Samuel Johnson para trazar el árbol genealógico de mi idioma y cuál de ellos sería nación. Es evidente que cualquier inquilino avispado plantaría en mi casa la hamaca debajo del árbol frondoso; afirmaría que mi lengua es el castellano o español y que el árbol de mi nación extiende sus ramas por más de medio mundo, que es donde se habla esta lengua gracias a las conquistas de antaño. Lo malo es que en nuestro caso el otro árbol lo plantó nuestra abuela, de una semilla que le dio la abuela de su abuela, y que a su sombra crecieron generaciones y generaciones desde la llegada de nuestros ancestros y ahora nos da mucha pena que se vaya a morir por la competencia con el otro árbol que nos plantó el jardinero, como han muerto los centenares de lenguas que se hablaban en América antes de la llegada de los españoles. Por cierto, el jardinero dice que no tiene remedio: tengo que trasplantarlo más lejos.