Yo soy español, español, español...». O yo me estoy quedando más sordo de lo que me pensaba o eso de ser español, al menos deportivamente hablando, ha pasado de moda. Entre Casillas, Xabi Alonso, Del Bosque, Pau Gasol, Ricky Rubio, Juan Antonio Orenga, Fernando Alonso y Rafa Nadal, entre otros, nos están fastidiando un verano en el que parecía que teníamos que ir a buscar adversarios de nuestra talla a otro planeta o a otra galaxia porque, muy typical spanish, íbamos sobrados en esto, en aquello y les íbamos a dar amb cullereta a cualquiera que osara respirar nuestro aire.
Resulta que amb cullereta nos han dado a nosotros. Después de meternos una soberana paliza, nos hemos tenido que zampar los titulares de primero, la soberbia de segundo y le humillación de postre. Con nata claro y su correspondiente chupito de autocrítica para digerir el esperpento.
No culpo a los deportistas, que suficiente calvario deben estar pasando, sino a los que los rodeamos. Desde los medios de comunicación a los contertulianos de bar que auguraban, vinito en mano, que este iba a ser el súper verano de los españoles súper campeones del mundo. Suerte del bádminton y del motociclismo.
Puede que nos hayamos ahorrado los titulares orgásmicos con motivo de las heroicidades de nuestros deportistas pero también puede que los que mandan hayan quedado descompuestos y sin novio. No hay hazaña épica deportiva que adorne una realidad social que no está bien, por mucho que la maquillen, ni parece que vaya a estarlo a corto o medio plazo.
Por eso, visto lo visto, ser los mejores peores tampoco nos ha venido tan mal. Podemos invertir el mismo tiempo que pensábamos dedicar a cuartos, semifinales y a la final a abrir un libro o consultar un blog y entender la razón por la que en Siria, por ejemplo, están empeñados en zurrarse de lo lindo. O quizás, que nos mosquee la subida constante e imparable del precio de la gasolina. Puede que nos altere saber qué está pasando en realidad en Ucrania o entender realmente qué pasaría en una sociedad si Podemos, con los ideales que han presentado hasta ahora, llega al poder. Dejando a un lado, evidentemente, el populismo barato y facilón.
Quizás, como en unas elecciones, se nos presenta la oportunidad de trabajar durante cuatro años en mejorar donde hemos fallado. Para no volver a ser los mejores peores. Afrontar el reto mirándolo a los ojos, sin miedo y convencidos de que saldremos victoriosos. Ah, y en lo deportivo también.
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