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Sostiene el arquitecto Santiago de Udaeta Font «en muchos aspectos, nos estamos alejando de lo que sería un territorio sostenible». Este «nos» se refiere a Menorca e interpela abiertamente a todos los menorquines desde el despacho en la sede del Consell de quien ha tenido en su mano la capacidad de diseñar la ordenación territorial de la Isla.

Menciona el bien común, y alude el hijo del genial intérprete a la gestión de los recursos hídricos y a los usos en suelo rústico. Pero ninguna referencia a los 6.000 parados de Menorca, que constituyen el principal indicador de la falta de sostenibilidad de la economía insular.

La respuesta la hallamos en otro ilustre entrevistado. El alcalde de Barcelona, Xavier Trias, desde la perspectiva de treinta años de relación y conocimiento de la realidad menorquina, pone el dedo en la llaga: respetar los valores naturales y tener, al mismo tiempo, músculo para generar economías productivas. La cuestión de fondo consiste en si el modelo territorial que se ha aplicado durante estos últimos años a partir de los criterios del PTI ha preservado la naturaleza y también ha impulsado la actividad económica.

Lo primero está claro que lo ha conseguido, pero en cambio no hemos acertado tanto en lo segundo. «Lo peor que puedes hacer es arruinar un país; es lo más antisocial», asevera Trias, que gobierna desde hace más de tres años con solo catorce de los 42 que integran la corporación de Barcelona. En Menorca ha habido aciertos y errores, claroscuros; necesitamos otra hoja de ruta desde el consenso en torno a los espacios protegidos.

Diez años después de la aprobación del Plan Territorial se impone su revisión. Menorca debe ser capaz de diseñar su propio modelo, inspirado en aquella 'vía menorquina' que ya no volverá; y diferenciarse tanto de Mallorca e Eivissa. Después vamos a valorar la renta per cápita y no solo el PIB.