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El 'donut' de la discordia. Hace unos días se ha celebrado la fiesta grande en Madrid San Isidro Labrador donde el madrileño se viste de chulapo, chulapa, bailan chotis, y comen rosquillas listas y tontas. Viendo el Telediario hacen un reportaje a los más pequeños, de unos 3 años, donde la reportera se acerca y le pregunta a una niña «¿qué estás comiendo?», y la 'peque' le responde «un donut»; la reportera le rectifica «no, es una rosquilla». Aquí hay dos lecturas: una que estamos dominados por la publicidad y la cultura yankee. Dos que los padres de esta pequeña princesa no tienen tiempo de prepararle la merienda, y a lo mejor por vaguería ni la cuidadora, y que prefieren o es más fácil bajar al super y comprar los donuts que hacerle el bocata, o rosquillas caseras.

Entiendo por la rapidez de la respuesta de la niña que los padres trabajan los dos y no pueden dedicarse a los cuidados alimenticios, a realizar una actividad en familia, ni transferirles cultura a través del alimento, ¡que lo haga el colegio! La verdad sea dicha yo aprendí los buñuelos de calabaza -tradición en fallas de Valencia- en mi colegio. A mis padres no les daba tiempo de experimentar en la cocina, aunque en honor a la verdad mi madre siempre se levantaba conmigo para hacerme el almuerzo: pan con mantequilla y chocolate rallado, pan con plátano maduro untado, pan con paté foiegras, ...

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Dentro de unos años haré una década en esta isla, Menorca, y es aquí donde experimenté que los niños se saben todas las 'pastas menorquinas' porque no sólo se lo enseñan en el colegio sino que es una actividad festiva-lúdica-familiar en sus hogares. Una actividad común que me encanta que se comparta, se transfieren valores de la fiesta, se le da valor al alimento que pasará generacionalmente. Todas estas comidas tradicionales -aquí y en otras Comunidades como las mencionadas- en cuestión de nutrición no son la mejor opción ya que su ingrediente principal es la grasa de cerdo, pero es muy divertido y entrañable ver a familias enteras y generaciones como se organizan y distribuyen las tareas. Rubiols, crespells, crepellets, flaons, coca de sofrit, coca bamba, ensaimada, pastissets, formatjades, carquinyols, amargos... Aquí un niño te dice lo que es, además en el idioma menorquín. Es todo un éxito para que no muera ni la lengua ni la tradición culinaria.

Me imagino que en los colegios de Ciutadella ya estarán engrasando engranajes familias y colegios en hacer estos pecados culinarios pues se avecina su fiesta mayor, Sant Joan. Justo un mes falta para su celebración. Bones festes i bon llantar!