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Francisco Ferreira llevaba varios meses buscando trabajo por Internet cuando se le ocurrió una genial idea: escribir un blog dedicado a los empresarios sin vergüenza. Desde que se quedó en paro en diciembre de 2013, este joven portugués licenciado en Comunicación y Publicidad había constatado que las ofertas de empleo que leía en Internet parecían salidas de un concurso de humor negro. Un centro comercial de Oporto solicitaba una «becaria no remunerada» para incorporarse inmediatamente. Una empresa buscaba ingenieros dispuestos a trabajar como becarios durante cuatro meses sin cobrar un euro. En otra empresa, un becario era el responsable de organizar a otros jóvenes que tampoco tenían derecho a sueldo.

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¿Acaso ser becario era sinónimo de no cobrar? ¿Cuánto tiempo tiene uno que trabajar para dejar de ser becario? Después de hablar con sus amigos, constató que aquellas prácticas eran la tónica habitual. Aunque una empresa pidiera un trabajo administrativo, en realidad buscaba vendedores que ofrecieran productos puerta a puerta. Casi nunca eran trabajos remunerados a través de un sueldo, sino mediante el pago de comisiones. La empresa te obligaba a darte de alta como autónomo. ¿Qué estaba pasando? En vista de esta situación, el joven portugués decidió recabar el testimonio de personas de su entorno para crear un blog llamado «Ganhem Vergonha». Su objetivo era que los anuncios de empleo incluyeran, al menos, el nombre del empleador, el tipo de contrato, su duración, el salario y el horario que cumplir. De esta manera, las empresas tendrían mayores recelos para ofertar públicamente trabajos que, no solo atentaban contra la dignidad humana, sino que vulneraban directamente la ley.

¿Qué hubiera ocurrido si un joven hubiera tenido la misma iniciativa en España? Hace unos meses una empresa publicó una oferta en un conocido portal de Internet que decía: «Se busca licenciado en Administración y Dirección de Empresas para repartir bollería en Murcia». La polémica originada obligó a la empresa a quitar el anuncio. Quizá lo más llamativo es que 634 personas habían enviado su curriculum para el puesto. En otro portal de Internet, se publicó una oferta de trabajo para cuidar una finca con «posibilidad de un sueldo en el futuro». Hace unos días una empresa de Mallorca buscaba «tiqueteros» para un playa que supieran inglés, alemán, conocimientos de ruso y certificado de profesionalidad para el puesto de trabajo. ¿Qué tipo de «profesionalidad» implica repartir tickets en una playa? Muchas empresas buscan personal altamente cualificado -licenciaturas, masteres, postgrados, idiomas- para sueldos que oscilan entre los 600 y los 900 euros. Normalmente, se exige experiencia en puestos similares, capacidad de liderazgo y dedicación completa.

El futuro de los JASP –jóvenes aunque sobradamente preparados- está directamente relacionado con la recuperación de la crisis económica. Según la Encuesta de Población Activa del primer trimestre de 2014, la tasa de paro juvenil se situó en el 55%, es decir, había 881.400 personas jóvenes de menos de 25 años en disposición de trabajar que no tenían donde hacerlo. Un estudio publicado por EAE Business School concluye que la tasa de paro de los universitarios a finales de 2013 era del 13,5% y, a medida que se reducía el nivel educativo, empeoraba la situación hasta un 40% para las personas que solo tenían estudios primarios. La lacra del desempleo juvenil no puede servir de excusa a las empresas para imponer pésimas condiciones a aquellos jóvenes que desean emprender con ilusión su vida laboral . No se puede construir una sociedad que prescinda o, aún peor, degrade a las personas que, gracias a una fuerte inversión de tiempo y dinero, han logrado alcanzar un óptimo nivel de preparación. Si se rompe definitivamente la línea que une la formación con el empleo, se está destruyendo la base misma del sistema educativo. ¿Quién va querer estudiar durante cuatro años una carrera universitaria si luego va a trabajar en una empresa de comida rápida? ¿Para qué tener un doctorado si luego solo me va a pagar 900 euros? Hay que dar oportunidad a los jóvenes pues –como decía Madame de Knorr- «la iniciativa de la juventud vale lo que la experiencia de los viejos».