Todos conocemos por estos lares las andanzas capitalinas de nuestro pagés universal l'amo en Xec de s'Ullastrar para tratar de curar a su maltrecha esposa y que al volver a su isla, a la Isla, es inquirido sobre el resultado del tratamiento médico; su respuesta es antológica: «L'operació ha anat molt bé però madona és morta», lo que recuerda poderosamente la situación política actual en la que se nos anuncia a bombo y platillo el final de la crisis y lo vemos como si se tratara de la aventura de nuestro universal l'amo: «Las cifras macroeconómicas son un éxito, pero el paciente sigue en coma, con el agravante de que ha tenido que tratarse 'por lo privado' y ha quedado todavía más esquilmado».
Y es que contrasta la euforia de los gurús económicos y sus jeroglíficos macroeconómicos con el aspecto del campo de batalla tras el cacareado 'fin de la recesión', empezando por esa espeluznante imagen de los inmigrantes ahogados en Ceuta tras ser fumigados en el mar, y siguiendo por esos comedores sociales atiborrados de gente menesterosa, o esa otra de ciudadanos revolviendo bolsas de basura, o esos sangrantes desahucios, o esas desmoralizadoras oleadas de aventureros juveniles sobradamente preparados que tienen que ir a buscar la vida fuera porque su país es un erial…
A pesar del éxito de la operación practicada a madona a base de cortes y recortes sin fin, l'amo en Xec, en su infinita sabiduría casolana, intuye que nada puede ser igual después de este colosal desmoronamiento. La corrupción generalizada y la desigualdad galopante entre la minoría que cada vez tiene más y la mayoría que se queda a la intemperie, hacen que l'amo, hasta ahora ciudadano cumplidor, se esté planteando seriamente no ir a votar, máxime cuando tiene la sensación de que la mentira y el simulacro se han adueñado de un espacio público que él, feligrés del seny y la palabra de honor, ya no reconoce como propio.
Así que, superada en parte la emergencia económica más extrema (con madona criando malvas), piensa l'amo en su simpleza, urge ahora encarar la terapéutica de la profunda crisis político-social que vive nuestro país y que la recesión económica no ha hecho sino ahondar. Pero sabe que para ello hace falta la colaboración del paciente, que deberá erradicar hábitos autodestructivos (madona comía sobrasada tres veces al día y fumaba pota), para reconstruir su maltrecha salud. Y ahí está el quid de la cuestión, le decía su amigo el maestro en sus noches estivales a la fresca: hay que cambiar algunas costumbres malsanas, empezando por alejarse de maximalismos y recentrar el ejercicio de la política, lo cual no significa abogar por el consenso (la democracia es precisamente disenso organizado) sino por la moderación, virtud de la que andamos escasos.
Y la verdad es que a l'amo siempre le han puesto nervioso los fanáticos y le entran temblores cuando escucha las proclamas de esa especie de carajillo party que se envuelve en la bandera a la menor ocasión. No entiende de política más allá de que 'los señores' son siempre más o menos los mismos, pero el poder de ahora le parece especialmente casposo (no le cuela eso de que se autodenomine 'liberal'), y cuenta con una batería mediática que le recuerda los tiempos del Parte de Radio Nacional, siempre a la caza de cualquier fleco del falaz contubernio progre-catalanista-filoetarra. «Ai, Xec, la vida és una sínia, sempre dóna voltes», le parece a l'amo escuchar la voz de la infortunada madona.
«La pobre era un poco rojilla», piensa ahora el desencantado Xec, pero a él tampoco le ilusiona la izquierda realmente existente, tan propensa a la demagogia y al déficit público. «La virtud está en medio». le decía aquel sabio maestro con quien tomaba dolces i crespells. De otra forma, es decir con una derecha rehén del carajillo party y una izquierda catatónica, será imposible arbitrar pactos (que implican concesiones mutuas y mucha finezza), había añadido el buen hombre, en asuntos tan cruciales como el educativo, cuya política no puede cambiar cada cuatro años, si lo sabría él como maestro, o la cuestión catalana, que no se puede resolver sin saber lo que de verdad piensan y desean los catalanes.
Nuestro l'amo en Xec, que ya perdió a su madona tras una intervención quirúrgica exitosa, está ahora con la mosca detrás de la oreja no sólo por la crisis que afecta directamente a su pensión sino por el tratamiento de caballo que el ginet party pretende infligir a su amada isla con el loable propósito de reactivarla: licencias urbanísticas a la carta, reconversión de hortals, generación espontánea de edificios en agroturismos, floración de hoteles y apartamentos 'para evitar indemnizaciones', siembra de campos de golf y rotondas, cosecha de modalidades lingüísticas, todo ello muy nostro (go home, Catalonia, welcome Mallorca)... Le corroe una comezón: ¿Y si también esta operación resulta un éxito?