Propósitos de Año Nuevo, ¡ja!, seguro que tú también te has hecho alguno. Si nos fijáramos objetivos realistas y concretos en lugar de las típicas bobadas, como dejar de fumar -¿y para eso necesitas cambiar de año?, ¿a qué esperas?- o salir a correr todos los días, no los traicionaríamos tan a menudo.
Yo soy consciente de que jamás inventaré ni descubriré nada que suponga un avance para la Humanidad, pues soy tan torpe que hasta me cuesta descorchar una botella sin ayuda. Pero, sin embargo, se me da bien lo artístico y, especialmente, lo literario. Para el 2014 me he propuesto culturizar a todo el que se me ponga a tiro, como los sufridos lectores de esta sección, o no le quede otro remedio, como a mis pobres alumnos.
Cuantos más años tienes, menos te andas con disimulos. Lejos quedaron ya los «tiempos del borreguito», también llamados «adolescencia»; los tiempos en que deseabas ardientemente fundirte con la masa, camuflarte entre tus amigos, anular cualquier diferencia -por positiva que fuera- que pudiese hacerte destacar.
Leer no estaba ni está socialmente bien visto en nuestro país. No pasa nada por pasarte el día colgado de las redes sociales o aporreando una consola, pero leer de friquis canijos y granujientos con gafas de culo de vaso. La gente que mola no tiene tiempo para leer -aunque sí de ver la tele, actualizar su perfil de Facebook o bajarse pelis pirata-. Leer es de gente pedante y asocial. Pensadlo por un momento: no es lo mismo ir diciendo por ahí «Ayer me quedé despierto hasta las dos de la madrugada, pero valió la pena porque al fin llegué a la pantalla final de Assassin's Creed» que «Ayer me quedé despierto hasta las dos de la madrugada, pero valió la pena porque al fin conseguí terminarme Guerra y paz». ¿A que no es lo mismo? Lo primero queda bien, para según quién es incluso loable y digno de admiración. Lo segundo descoloca al oyente, que no sabe si hacer oídos sordos o llamarte pedorro a la cara.
Que te guste leer es incompatible con el WhatsApp y artefactos similares. Ningún ratón de biblioteca que se precie puede quedar indiferente ante semejante sarta de banalidades y cotilleos mal redactados, pésimamente puntuados y con la ortografía bajo mínimos. ¿Alguien puede explicarme por qué a la hora de escribir un «guasap»" hay que fingir no haber pisado nunca un colegio? Yo os lo diré: porque escribir bien no mola nada. Sólo hay que echar un vistazo a los tweets de nuestros famosos para comprobarlo. Pero, ¿es que no les da vergüenza ser tan cafres? Los tweets de Obama o de lady Gaga, sin embargo, por citar dos ejemplos extremos, son un dechado de perfección formal a pesar de que la ortografía anglosajona es infinitamente más enrevesada que la nuestra.
Para el 2014 me he propuesto seguir culturizándome y culturizar a todo el que se deje en la medida de mis posibilidades. Así que el que no quiera hacerlo… ¡que pase a Deportes! (Es una broma, compañeros de la sección deportiva, no os lo toméis a mal.)
Ya para terminar, me gustaría recomendaros un par de libros y una serie televisiva que he descubierto siguiendo la deriva anglófila impuesta por el TIL. Se trata de Las ovejas de Glennkill, de Leonie Swann, una divertidísima novela en la que un rebaño de ovejas irlandesas investiga el asesinato de su pastor capitaneadas por una tal Miss Maple (sic); Un paraíso inalcanzable, de John Mortimer, el mordaz retrato de una familia británica a lo largo de varias décadas, y El amante de lady Chatterley, disponible en versión original a través de YouTube.
Esta última es la adaptación televisiva que el escandaloso Ken Russell hizo de la no menos escandalosa novela del mismo nombre en 1993. La novela de D.H. Lawrence fue publicada en 1928 e inmediatamente censurada en numerosos países por culpa de su argumento lujurioso. La serie no es del todo fiel al original literario, pero me atrevería a decir que incluso lo mejora, dado que elimina un montón de disquisiciones pseudofilosóficas contenidas en la novela que, en mi opinión, han envejecido fatal. Estéticamente está muy cuidada y su banda sonora es excelente, quizá un poco repetitiva. Además, te obliga a practicar inglés -aunque reconozco que el guardabosques libidinoso es difícil de entender, ya que habla en el dialecto de las Midlands-, y está muy bien interpretada por una atractiva Joely Richardson y un pletórico Sean Bean.
«Soy consciente de que jamás inventaré nada que suponga un serio avance para la Humanidad», dijo Sebastian en Retorno a Brideshead, «pero puedo tratar de hacerla más hermosa, ¿no crees?».
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