No ha descorchado botellas de cava ni ha concedido entrevistas a Ana Rosa, pero hoy se ha levantado 188 millones de euros más rico que ayer. Cristóbal Montoro se ha llevado para Hacienda la gran mordida del sorteo extraordinario de Navidad gracias a una de las últimas ocurrencias fiscales del Gobierno: una retención del 20 por ciento para los premios de más de 2.500 euros.
Al Estado le deben saber a poco los cerca de dos mil millones que gana con la gestión de Loterías y Apuestas, por lo que a principios de año decidió incluir estos sorteos en la cuarentena de impuestos que han subido o se han creado desde que Mariano Rajoy ostenta el poder.
La revisión al alza del impuesto de la renta, el de sociedades, el IVA, el IBI o la renovación del impuesto de patrimonio -ese que el PP había dicho que suprimiría- ha convivido con la creación de nuevos tributos sobre el sector eléctrico, los hidrocarburos, los depósitos bancarios, la aparición de tasas ambientales y, por supuesto, el tajo a los premios de la lotería.
Si además tenemos la mala suerte de vivir en una comunidad castigada en el sistema de financiación como la balear, a esta retahíla de impuestos estatales hemos tenido que sumar los autonómicos, con liquidaciones abusivas sobre herencias y transmisiones patrimoniales e inventos de dudosa legalidad como el recargo en la gasolina para sufragar el déficit sanitario.
En definitiva, un esfuerzo fiscal sin precedentes agravado por la reducción de salarios, el encarecimiento de servicios básicos como la luz y el aumento del paro. Un esfuerzo del que solo se han librado dos colectivos: los delincuentes que se beneficiaron de la amnistía fiscal de 2012 y los políticos que se aferran a privilegios de otra época mientras mantienen el gasto improductivo de la administración.
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