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La situación económica de España es muy delicada, en especial atendiendo al principal indicador social que es el desempleo. El volumen de paro ha alcanzado cotas desmesuradas respecto el contexto de la historia contemporánea de países occidentales; lo peor es que si no se corrige el rumbo de la actual política económica de la Unión Europea el desmoronamiento social está garantizado. Es imprescindible reivindicar aquí medidas a favor del crecimiento y del empleo laboral.

A sabiendas que el ahorro, conforme enseña Keynes, no se obtiene a través de prácticas de simple austeridad, sino como consecuencia del incremento de la renta, resulta que el crecimiento económico es fruto de las innovaciones tecnológicas que fundamentan la inversión, impulsando así el aumento de la renta, base y causa del ahorro. En términos monetarios, la oferta de dinero es endógena al sistema. Es decir, los proyectos inversionistas innovadores tiran de recursos financieros, que al destinarse a producir bienes competitivos no tienen por qué originar efectos inflacionistas. En cambio, el tipo de interés, como se verá, es exógeno al sistema.

Este planteamiento es contrario a lo que predican los neoclásicos, defensores del laissez faire en todos los mercados, que se viene promoviendo en la eurozona ocasionando estragos socialmente negativos entre los países periféricos como España. Existe alternativa a las prácticas económicas del gobierno español inspiradas desde la Unión europea. Dicha alternativa es viable y tiene fundamentos en la historia económica y en la teoría económica. En concreto, basta recurrir a la experiencia de los planes españoles de estabilización económica, durante el siglo XX. Con carácter más general es muy ilustrativo el desarrollo económico de Europa durante la Golden Age.

Es notable que el acierto de las políticas económicas de recuperación y expansión durante los decenios de 1950 y de 1960 surge como respuesta correctora a los errores de las prácticas económicas de los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, sometidas al agotamiento del sistema gold standard, causante de la crisis financiera de 1931 y de la depresión de los años de 1930. Tampoco fueron acertadas las medidas económicas en los países de la OCDE para hacer frente a la segunda crisis del petróleo, inspiradas en la doctrina neoliberal, que fue la causa del estancamiento económico de la década de 1980, hasta 1994; aunque en España la entrada en la Unión europea en 1986 tuviese efectos expansivos hasta la crisis de 1991. Asimismo resalto lo nefasto de la política del Banco Central Europeo para hacer frente a la crisis de 2008 en los países meridionales de la eurozona fundándose en principios conservadores neoclásicos, después de haber practicado un efectivo enfoque keynesiano desde el año 2000, favorecedor de la integración económica de Alemania.

Quiero significar la efectividad de los Pactos de la Moncloa para España durante su transición política en 1977-1978, ejemplo de saber dar prioridad al orden económico, como paso previo al establecimiento de la Constitución democrática. Especialmente significo que todo el proceso arrancó y fructificó mediante un espíritu de concordia entre todas las fuerzas sociales. Con este colosal precedente, los españoles de hoy para salir del atolladero que les embarga su modus vivendi y su estado del bienestar duramente conquistado en muchos decenios de esfuerzos y sacrificios generacionales deben clamar por un gran pacto del Estado social y político que primeramente afronte la solución del quebranto económico a que se ven sometidos. Después, iniciada la marcha para la recuperación efectiva del empleo, habrá tiempo para, en su caso, modificar la ley electoral y reformar la Constitución en los términos que el consenso lo juzgue conveniente o necesario.