Durante los dos años de gobierno, Rajoy se ha tenido que enfrentar a una de las crisis económicas más profundas que ha sufrido España desde mediados del siglo pasado. El presidente del PP llegó a La Moncloa con una vitola de «previsibilidad» y de rigor que una mayoría de españoles decidió apoyar para acabar con el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero.
Desde el primer momento, Rajoy puso la recuperación económica como prioridad en la acción de gobierno. La batalla contra el déficit público ha motivado severos recortes en áreas sensibles como las prestaciones sociales, la sanidad y la educación, además de reducir la nómina a los funcionarios. Los primeros síntomas de un cambio de tendencia en la economía tienen su origen en las medidas impuestas desde Berlín por la canciller Merkel. Es cierto que España ha evitado el rescate, pero la tasa de desempleo sigue presentando índices preocupantes; el crédito sigue congelado y la caída del consumo ha provocado el cierre de miles de empresas.
Rajoy está alejado de los modos de Aznar, pero el galleguismo que practica debe dar paso a un mayor liderazgo y medidas más eficaces para conseguir la definitiva recuperación económica.
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