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Durante toda su vida mi padre me alentó en solo dos ocasiones, las dos de carácter cultural (?): resolver el crucigrama del «ABC» y presentarme a unas oposiciones a guardia municipal en Palma; llegué, sí, a aficionarme a aquellos, pero un vez terminado el servicio militar y ante mis perspectivas municipales, me fui pitando a París. (Es justo recordar que fue el cura-párroco del pueblo quien me prestó las quinientas pesetas para el viaje, con cierta reticencia por ser precisamente a la pecaminosa París… ).

Mi padre, probo funcionario, recibía el «ABC» del día anterior, que le facilitaba su amigo el farmacéutico, los dos cantaban en el coro parroquial.

Lo peor no era que mis padres fueran pobres; encima, es que eran pequeños burgueses…Ello es que el otro día me he enfrentado por primera vez al crucigrama de este diario (del específico «Menorcagrama» no he entendido nada), y me he encontrado que en once casos había que descifrar la solución con palabras escritas al revés… ¡Vatuadell!

En la memoria las palabras se sitúan de frente a nosotros; puestas al revés no emiten su música, no nos convocan. He escrito alguna vez que mi cultura es de crucigrama, ¿cómo podría descubrir yo, un autodidacta aplicado, lo que es, por ejemplo, ontología, si la respuesta a la pregunta «Parte de la metafísica que trata del ser en general y de sus propiedades transcendentales», hubiera estado al revés?