El efecto ratonera se acuñó, si la memoria no me falla, en la década de los ochenta del siglo pasado. Era la definición adecuada para los problemas que tenemos los insulares para tener un transporte aéreo digno. Tres décadas después seguimos con los mismos problemas. Las iniciativas públicas y privadas para encontrar una solución a este déficit han sido múltiples. Pero al final, como diría Giuseppe Tomasi di Lampedusa: "Que todo cambie para que todo siga igual". Y queramos o no seguimos igual. Cuando la temporada turística esté a punto de terminar y los aviones vuelen para no regresar, volveremos a nuestra particular ratonera.
Uno de los sueños y retos del hombre ha sido volar. Y no solo se ha conseguido sino que además se ha llegado a la Luna y ya se preparan las misiones espaciales para viajar a Marte. Para los menorquines la ilusión es poder cruzar el charco que nos separa de la Península con unas buenas frecuencias a un precio razonable. Pero, a pesar del empeño de nuestros políticos, la Administración central no está ni se le espera.
Ayer cuando veía las imágenes de la exhibición de flyboard en el puerto de Maó se me ocurrieron una serie de ideas de bombero para llamar la atención a nivel nacional sobre lo que ocurre en la zona más oriental de España. Por ejemplo, ¿y si se recibe al ministro de turno con un grupo de hombres/pájaro con una pancarta? E incluso podría organizarse una manifestación de intrépidos moviéndose por el cielo. No sé si serviría de algo, pero seguro que saldríamos en los telediarios.
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