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Cinco vidas dependían de una palabra… La suya. Y de una elección. ¿Opciones? Únicamente dos… La primera era simple: comparecer ante los medios de comunicación, decir la verdad y dimitir… La otra, acallar a los testigos, a quienes habían accedido, casual e inexplicablemente, a aquella información tan confidencial como letal… Se mintió: la Patria, la estabilidad democrática, el bien del Pueblo –siempre en mayúsculas- el orden del orbe le necesitaban… Su cese no era, después de todo, una posibilidad… El presidente fingió creérselo… Recordó las palabras que emanaban de las cloacas del poder: serían asesinatos maquillados de meros accidentes, inconexos… ¿Qué peso tenían en la balanza, después de todo, cinco seres insignificantes, anodinos, si lo que estaba en juego era él, disfrazado –se mintió por segunda vez- de Patria, Honor, País, Libertad, Defensa, Derechos humanos?
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La adolescente se montó en la moto y se aferró a su torso… Él confundió velocidad con hombría… El alcohol consumido los convertía en héroes de Marvel… "La muerte es eso que les pasa siempre a los otros." ¿Dónde habría oído él aquella frase? En esa noche, que presumían eterna, iniciaron su andadura por la gran ciudad, sin GPS, sin destino concreto…
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Faltaban apenas dos minutos para que aquel engranaje se pusiera en funcionamiento… Cinco víctimas necesarias. Un Maquiavelo redivivo. El sicario estatal se lo recordó al presidente: un robo en una esquina; una sobredosis; un suicidio; una reyerta provocada; un infarto… "En ocasiones es necesario sacrificar a unos pocos en pos de la estabilidad de las naciones" – le había iterado el responsable de la operación-. "Una vida, una sola vida humana, no cuenta" –había insistido-.
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El muchacho sintió el calor humano de ella, el viento que los mecía con una complicidad extraña… La velocidad iba en aumento y la moto pululaba, desnortada, por una ciudad que creían suya, mientras ella le gritaba que aquello era una gozada…
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El presidente regresó desde su despacho, mentalmente, a aquella escuela rural donde anidaba la pobreza y en la que un niño de seis años había soñado en ser lo que ya era… En ese viaje onírico hacia el pasado se topó con aquellas enseñanzas mágicas de María, una maestra hispana y vocacional que se empecinaba en que los desheredados de la gran nación lucharan, desde la ética, por sus derechos… Crítica, metafórica, había ido sembrando en las mentes de aquellos niños, sin aparente futuro, un legado que, en el día de hoy, latía todavía en el presidente, pero que había sido hábilmente recluido en las mazmorras de su subconsciente. "A mayor hedor, mejor perfume. Cuanto mayor es un crimen, más nobles son los conceptos que se utilizan para justificarlo". Esas habían sido sus palabras. Vuelto de su incómodo viaje, el presidente adquirió la certeza de que era eso, precisamente eso, lo que estaba haciendo, lo que estaba a punto de hacer…

Respiró hondo; obvió el recuerdo y pronunció el vocablo Patria… Cinco vidas dependían de una palabra… La suya… ¿Qué importancia tenía, después de todo, la existencia de un solo ser humano ante lo trascendental de su tarea? Acalló el hedor con perfumes varios (Bien común, Seguridad, Democracia…) y dio la orden.

El engranaje funcionó a la perfección. En la gran ciudad cinco muertes accidentales fueron, después de todo, únicamente eso: cinco muertes accidentales…
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La adolescente miró con orgullo el nuevo tatuaje de su pierna… La curiosidad de él hizo el resto. La moto derrapó. Ambos comprendieron, tarde, que la muerte no es solo eso que les pasa siempre a los otros…
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En el depósito, un tatuaje en un muslo ya amorfo le sirvió al presidente para identificar a su hija. Envejecido, salió al pasillo. Le acompañaron sus excusas: ¿Qué importancia tiene, después de todo, la existencia de un solo ser humano? Y buscó, inútilmente, ese perfume, esa gran palabra, que no halló…