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Recuerdo aquel 15 de marzo de 2003 en la Azores, donde ejercía de anfitrión el primer ministro portugués, José Manuel Durao Barroso, y la fotografía que inmortalizó el motivo que poco menos que se auto otorgaron George W. Bush, Tony Blair y José María Aznar para invadir Irak porque Sadam Hussein y su gobierno tenían, según ellos, armas de destrucción masiva. Diez años más tarde, si aquellos tres personajes de la fotografía siguieran gobernando, podrían con más justo menester invadir a sangre y fuego Siria (1). Porque ese país no solo tiene armas presuntamente prohibidas por los convenios internacionales, sino que son demostradamente de destrucción masiva, manejadas además por mezquinos y sanguinarios individuos, sin escrúpulos contra su propia población civil, gaseando presuntamente a centenares de personas, incluidos un altísimo número de niños.

No se me alcanza ahora que se diga que Siria ha tardado tres o cuatro días en permitir que inspectores internacionales analicen in situ si se ha usado gas neurotóxico, aduciendo que ya es tarde para averiguarlo. ¡Hombre! Si las víctimas son más de mil y no tienen síntomas de agresiones traumáticas y fallecieron en zonas concretas al mismo tiempo, pues blanco y en botella. Lo más probable es que fueran gaseadas con componentes neurotóxicos letales, y eso, en una autopsia debe poder ser detectado. Incluso en la analítica de algún superviviente, en la ropa o en el cabello, quizá incluso en la saliva.

Es de una obscenidad repugnante lo que pueden llegar a ordenar algunos gobiernos para no perder el poder que tienen sobre el pueblo. Un pueblo al que masacran sin asomo de piedad porque al fin de cuentas, su verdadero pueblo es muy reducido, se compone solamente del gobierno y aquellos a los que les va bien con ese gobierno. Por eso son sus fanatizados defensores. Los demás de ese pueblo, si hace falta, pueden ser, y de hecho son, masacrados sin piedad.

Los países beligerantes a favor del apoyo a Obama, Reino Unido y Francia, ya le han dicho al Nobel de la Paz de la Casa Blanca que puede contar con ellos para lo que haga falta. El resto de países, en su sumisión, símbolo de su impotencia, esperan a que Obama haga algo en Siria, atrincherados detrás de sus propios problemas. Pero el caso es que Obama no está para "tirar cohetes" después de lo de Irak y Afganistán. Él y sus asesores saben que bombardear Siria podría ser la mecha que acabe por prender en una zona especialmente delicada, políticamente convulsa y muy inestable. Y en vez de corregir un conflicto, lo que sucede es que el conflicto se expanda en una inestabilidad incontrolable que incluso comprometa a los países árabes del Golfo Pérsico.

A la primera muestra de conflicto armado en la zona, el mundo islamista puede sentirse amenazado. Esa posibilidad, solo esa posibilidad, ya asusta, y de qué manera, a la industria energética porque el barril de crudo se podría poner por las nubes, de manera que una intervención bélica en Siria es para pensársela muy bien.

Nota

(1) Siria es una república árabe, situada en Oriente Medio. Frontera con Israel, Líbano, Jordania, Irak y Turquía.