Nos referimos a los elementos necesarios para servicio e información de los visitantes de monumentos o recintos arqueológicos. Se analizan los aspectos siguientes:
– Tipología "removible" o arquitectura fija, en orden a la mejor integración en el entorno.
– Aprender de las arquitecturas del lugar, para la utilización de texturas o elementos constructivos que se integren en el entorno.
– Integración de papeleras, elementos auxiliares, quioscos, etc., en el entorno.
– Rememorar el pasado o diseñar en el presente, como mecanismo de implantación de las edificaciones auxiliares.
Las construcciones vinculadas requieren resolver la relación entre construcciones y yacimiento, y entorno. Algunos entornos son de una calidad excepcional, como en Empuries, mientras otros atenazan los restos con barrios de ensanches urbanos irrelevantes, como en los recintos de Alcalá o el teatro romano de Zaragoza.
Ante la falta de un proyecto consistente, o presionados por normas urbanísticas, en ocasiones se opta por la instalación de casetas de tipo removible, comercializadas por empresas de jardinería o bricolage, o chamizos de autoconstrucción. Esto es relativamente frecuente en los yacimientos de nuestro entorno. Se trata de una solución provisional y poco meditada, al faltar un diseño específico. Debería descartarse esa opción, por su falta de adaptación al entorno y su falta de estilo, por decirlo de alguna manera. Cada edificio tiene un lugar y las preciosas casas de madera de los lagos en Finlandia, ciertamente más dignas que los receptáculos de madera utilizados en nuestro entorno, no son intercambiables por las arquitecturas de otros lugares, como el nuestro.
La administración responsable del Patrimonio Histórico requiere los técnicos competentes para establecer las pautas de diseño o de contratación de proyectos de edificación, es decir un servicio de arquitectura que supervise esta cuestión, intentando que el diseño sea cuidado y específico para el lugar. Un ejemplo de buena construcción auxiliar es el trabajo del equipo Aranda-Pigem-Vilalta en el parque de La Fageda de Olot.
El respeto por las arquitecturas del lugar debe existir en todo caso, y de ellas se puede aprender en cuanto a materiales y soluciones constructivas. En algunos casos, este criterio ha llevado a mimetizar totalmente los nuevos recintos con un resultado tan agradable, por la integración de la construcción y por la belleza del paisaje, como en el aula didáctica del castro de Coaña, en Asturias. En Campa Torres se reutiliza un bunker.
La incorporación de edificios existentes será en todo caso una solución óptima, tanto por fomentar la reutilización del patrimonio cultural como por su expresión genuinamente acorde con el entorno.
La intervención en edificios existentes debe realizarse con la suficiente libertad como para conseguir unos espacios funcionales. Ello puede requerir la modificación o ampliación del edificio, lo que se hizo recientemente en el centro de interpretación de la Serra de Tramontana, construido en Lluc, con un interesante montaje de la exposición.Entre lo antiguo y moderno, identificando claramente las fases, se ha ensayado con éxito el recurso de rememorar el volumen original con otros materiales, como ocurre en Piazza Armerina, con el conjunto de cubiertas acristaladas reconstruyendo el edificio original de modo virtual.
En general, habrá que diseñar con los patrones conceptuales actuales. No podemos reproducir falsamente el pasado. Sin duda, el envoltorio de un recinto histórico o las construcciones que se le asocien, deben facilitar la comprensión del bien que se pretende proteger y valorar.
No siempre se llega a esta necesaria interacción entre obra nueva y bien cultural histórico. Así ocurre en la villa romana de la Olmeda, donde bajo la potencia del nuevo edificio los restos originales quedan cercenados, a manera de pavimento de un edificio enorme sin relación aparente con el yacimiento.En el lado opuesto del ejemplo anterior, vemos otras intervenciones más interesantes donde se ha pretendido minimizar la presencia del centro de interpretación o museo, cediendo el protagonismo al yacimiento. En este caso hablamos de buenas prácticas, de las cuales podríamos citar distintos ejemplos como la implantación del museo galorromano de Lyón, con sus cinco plantas enterradas junto al teatro romano, o la excelente intervención en Empúries, donde bajo el recinto junto al foro se dispone una cámara visitable que puede resolver la necesidad de musealizar materiales del monumento, sin que la instalación altere la percepción general del enclavamiento romano, en un entorno excepcional, junto al mar Mediterráneo.
Aunque no se trate de edificaciones auxiliares, hay que mencionar también como buenas prácticas las intervenciones de restauración donde la contención ha generado un resultado donde lo original prevalece sobre lo nuevo, produciendo esa emoción de redescubrir un legado del pasado apenas manipulado. Lo vemos en Clunia Sulpicia, en el castillo de Sagunto y otros. Cabe mencionar, como ejemplo de acentuado contraste y cuidadoso diseño, el centro de interpretación de La Mancha Blanca, sobre el territorio de lava del Timanfaya.
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