Todo tiene un principio y un final. Al fallecer José Fortuny quedó algo pendiente que a él le hubiera hecho mucha ilusión llevar a cabo. Reformar el chaflán de su comercio, lo que realizó su hijo y sucesor Alberto. El proyecto era ambicioso, llevándolo a comprar la casa contigua des Camí des Castell rotulada con el 46. Ello le permitió disponer de 175 metros cuadrados ante los 50 que habían venido utilizando, todo un récord, convirtiéndose en la tienda más grande y convencional de nuestra ciudad, como decían algunos ja no importa anar a comprar fora siempre al día, atentos en ofrecer un buen servicio en los escaparates y en el interior, se encontraban y aun hoy se pueden encontrar las mejores marcas. Tal como decía semanas anteriores. Fortuny a lo largo de sus 70 años, se ha entregado en cuerpo y alma a su clientela ofreciendo calidad.
Alberto Fortuny, siguiendo fielmente la tónica de su antecesor, confió en dos prestigiosos arquitectos, avalados por su buen hacer. Enric Taltavull y Jordi Manent. Dice el refrán, a tal señor, tal honor lo que hizo que el constructor estuviera a la altura de sus diseñadores, Miguel Pons Subirats, natural de Es Migjor Gran, junto a su equipo de mestres de cases de dalt de tot. La parte eléctrica corrió a cargo como de costumbre de los hermanos Saura, vecinos de toda la vida.
Haciéndose cargo de la carpintería Bosco Barber de Ferreries, del cual no tengo palabras para calificarlo, sabiendo darle un estilo y un arte, modernista y a la vez señorial, con sus armarios, estanterías y mostradores, quedando todo ello de un gusto exquisito, llamando la atención a los entendidos por su fachada de 15 metros de diseño, sus columnas, con amplios escaparates. Aquella reinauguración tuvo lugar en septiembre de 1980
El motivo de la misma estaba pensado para dedicarse exclusivamente a señora, caballero y niño, habilitando el sótano a la ropa de casa a la cual siempre se habían dedicado. Sábanas Tres Torres entre otras marcas, mantas Paduana, toallas la Sirena y otras varias, mantelerías, y cuanto se precisa en un hogar. Fue tal el auge y el incremento de ventas, que se decidió prescindir de aquella rama ya que la confección precisaba de mucho espacio.
Desde que vengo publicando, lo hago a mi manera, como dirían algunos de forma autodidacta. Pues sí. A lo que añadiría, con mucho amor y miramiento por cuantos ya no se encuentran entre nosotros, en miras a que los que van creciendo en esta tierra, de interesarse por temas pasados, conozcan cómo fueron sus antecesores. Gentes que sin apenas haber estudiado, iniciados a trabajar antes de los diez años, y haberse hecho a sí mismos con ganas y entusiasmo, fueron capaces de llegar lejos, tanto o más que muchos que habiendo pasado por la universidad, no han sido capaces.
Así es, como semana tras semana, al finalizar los tres folios, me doy cuenta de que me dejé tal o cual detalle digno de la familia Fortuny a la cual siempre aprecié. Ello me hace volver atrás y añadir a uno de los primeros capítulos que uno de los mayores impulsores a la vez de mayor éxito al fundarse Fortuny en plena guerra mundial, fue el afincamiento a nuestro puerto de los populares barcos italianos. Nuestros mayores recuerdan al Etilio Regalo que salió de Especie con el acorazado Roma al que dos aviones Stugarts de nacionalidad alemana , bombardearon, aquel especie de guardián se encargó de transportar a los heridos, la mayoría fallecieron en el Hospital Militar ( Illa del Rey) .
También entraron en nuestro puerto los cazatorpederos, Fosilieri, Matalieri y Caravilieri. Esto fue bueno para la ciudad de Mahón, dieron muchas ganancias y creció el ambiente de pueblo y cultural. Entre los beneficiarios se encontró, don José Fortuny
Un buen grupo de aquellos marinos fueron clientes de su comercio, invirtiendo parte de sus pagas al dudar de si les servirían aquells doblers una vez incorporados a sus respectivas ciudades italianas. Llegando a comprar ropa para toda la familia.
Aquel ir y venir de los marinos a la tienda de don José Fortuny, dio pie a una gran amistad. Tanto que incluso eran invitados a comer con la familia. Detalle que agradecían, tras encontrarse tan lejos de los suyos y en una situación como la que les tocaba vivir.
Añadir, que el fundador de Casa Fortuny, siempre fue un enamorado del mar. Remero en una de las famosas traineras, que tantas veces surcaron nuestra rada.
Al nacer su primera hija Juana, ya veraneaban en la cala del Grau, continuando al ser padres de la segunda niña, Filo. Una vez finalizada la guerra y los ánimos estar calmados, alquilaron una caseta o planta baja en Sa Punta, propiedad de Niní Mercadal, madre de nuestro prestigioso arquitecto al que tanto admiré, Pedro Luis Mercadal Mercadal. Al cel sia.
Según Berto, los recuerdos son imborrables, de una belleza y una calidad humana de amistad, compañerismo y complicidad. Dándose la circunstancia que en aquel grupo, se desvivían unos por los otros. Tenían mucho en común, un gran amor por nuestro puerto, camaradas ante todo, cantores empedernidos, no se precisaba conocer el pentagrama, sabían las letras al pie del dedillo. Les agradaba el canto, la ópera, la zarzuela, montaban operetas en las cálidas noches veraniegas, incluso en una ocasión adornaron una barca con antorchas y una vez oscurecido simularon la entrada triunfal en el amarradero o escalinata de frente el almacén, simulando pescadores mientras iban cantando diversas árias de la famosa zarzuela Marina. Aplausos, vítores, con la particularidad que todos disponían de suficiente apoyo de sus esposas que ayudaban en las consabidas indumentarias. El alma de amigos de Sa Punta como yo les llamaría era don Paco Soler, el que fuera suegro de Pepín Vidal Venturini, Rafael Quintana, Briones, Perico Sánchez, Jaime Poza, Uhler, las esposas e hijos de todos ellos y de manera especial Niní Mercadal más conocida por na xuquí con todos mis respetos.
Amén de montar zarzuelas, los desfiles eran sonados, los caballeros con atavíos de mujer y ellas a la inversa, hacían pancartas y cuanto fuese precisdo para divertirse y divertir a la colonia de baixamar, desfilando ante casa Bosch, Barber, Obrador, Codina y tantos que en estos momentos quedan en la página de los recuerdos.
Los chiquillos se divertían al ver a sus padres disfrazados de bujots, mientras ellos jugaban al escondite, nadaban sin cesar, iniciándose en las artes marineras. Debieron ser un grapat entre los cuales Berto, destaca a sus amigos Rafael Poza, Jaime Obrador, Emilio Sánchez, etc. Pidiendo disculpas por no citarlos.
Aquellas casetas, a las que ahora se denominarían faltas de comodidad, eran estupendas, me refiero a las amas de casa que disfrutaban de lo esencial permitiéndoles descansar, se hacía lo justo ya que tan solo se disponía de esto, lo justo, fogones, cisterna, dos tinas para fregar y la otra para pasar "s'escurada".
Varios camarotes, un excusat, y atrás un pequeño patio si es que se le podía llamar así para tender la ropa. Todo ello muy minimalista separado por cortinas que hacían las veces de habitaciones. En el centro o entrada una mesa de comedor y sillas, casi siempre de diferentes estilos, i unb rebost o fresquera. Varios años después compraron la nevera Pingüino que funcionaba con barras de hielo de casa Mana. Por dos cincuenta podían beber agua, piña y algo más fresco. Se pasaba la mayor parte del día en la calle.
Por supuesto que el señor Fortuny bajaba y subía a pie. Mientras su esposa daba el último toque a la comida, el esposo se dirigía amb quatre camellades hasta la Liga donde disponían de duchas, refrescándose. Allò era cosa , estaba decidido, cuando hicieran obra lo primero que harían sería un cuarto de baño.
Pasaron varios años cuando se edificaron los almacenes y sus respectivas plantas en los huertos de la familia Codina, conociéndose por Corea. Levantados por don Antonio Humbert y el que fuera su socio por un tiempo Antonio Prats Caules, un constructor a la moderna sabia fer retre es materials. Y la familia Fortuny Previ, se hizo con uno de ellos, eran más cómodos, disponían de ducha, agua corriente si se llenaban las cisternas con botas de can bep de s'aigo etc. Si bien ganaron en calidad de vida perdieron, todo el sabor de sa punta, las noches eran tristes no cantaban ni armaban bulla. Pero sí hubo una ventaja, la parada del Autobús, del señor Melis, uno de los chóferes más antiguos de nuestra ciudad. En lo alto un rótulo que decía. Club Marítimo.
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