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La antigua idea de fatalidad yace en el olvido. Nadie se conforma hoy con echar la culpa de un error o un accidente a la mala suerte. Hay que buscar un abogado y echarle las culpas a alguien. Como bastantes letrados viven de esto están encantados.

La justicia contribuye a veces a este extremo, como prueba la reciente sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Balears que condena al Ayuntamiento de Maó, a través de la aseguradora que tiene contratada, a pagar a una mujer que estando de espaldas fue arrollada por un caballo en un jaleo.

El propio tribunal admite en la sentencia que "la interrelación entre caballos y espectadores forma parte del festejo, lo que implica posibles situaciones de riesgo incontroladas". ¿A qué viene pues la condena a la administración si la fatalidad es inherente a la fiesta?

Si la justicia criminaliza a los ayuntamientos en los jaleos, estos podrían reaccionar e imponer controles de entrada. Hacer por ejemplo una prueba de reflejos o imponer restricciones por edad o, mejor, multar y retirar de la fiesta por la fuerza a las personas que den la espalda a los caballos.

Tal como están los tiempos habrá quien vaya a buscar un pisotón de caballo para llevarse algún pellizco.