Continuamos con la labor de la recolección de espárragos, el manojo de diez a un euro. Libres de impuestos, se venden directamente al consumidor, tal cual hacen tantos y tantos españolitos y no pasa nada. Mahón es tan pequeño que se sabe quien pinta las habitaciones de tal o cual casa de gente involucrada con estamentos tan importantes con el pueblo, y todos tan felices. ¿Y por qué no? Lo que verdaderamente molesta y en grado superlativo es tanto control, tanto papeleo para nada, cuando las noticias en todos los medios de comunicación no hacen otra cosa que corroborar, el desmadre que avasalla a nuestro pobre estado, el mismo que nos avergüenza verlo dónde se encuentra en unos momentos que después de un tiempo de penurias y sacrificios, debería ser el orgullo de los hijos de esta España. Entristeciéndonos observar lo contrario. Se ha pasado de vivir muy bien, tal vez demasiado, a ir al otro extremo, a la miseria.
España se ha convertido en sinónimo de crisis, paro, corrupción, sobres, imputados.
Decía su majestad el rey Juan Carlos que todos somos iguales. Efectivamente, el fielatero le da toda la razón, todos iguales. Dos orejas para escuchar la cantidad de incongruencias que van sucediendo. Dos ojos para ver las diferencias que hay entre los españolitos de a pie, en este caso nuestro paisano Diego Torres, hijo de unas personas admiradas por Guideta, conocí a su padre desde que era muy pequeña y me disgusta el que se le dé este trato tan despectivo al igual que a su mujer. Mientras va salvándose de los baches la mujer de su socio, el Undargarin. O todos moros, o todos cristianos. No vayan a pensar que le estoy defendiendo, ni tampoco censurarle, pobre de mí, quien soy yo para ello. Nadie. Si Diego Torres cometió alguna torpeza, algo se habrá de hacer, se supone que la primera que cometió fue dejarse influenciar por los brillos del yernísimo y las luces de la princesa, que iluminaba tanto que les daba paso y manga ancha para contactar con toda clase de jerarquías. Esto ha sido lo que le ha traicionado, creer en el cuento de hadas, hay princesas buenas y otras que no lo son tanto. Al final de la historieta observamos que entre ellos se hallaba una bruja mala.
Se supone que la princesa es una mujer inteligente, por algo trabaja en una entidad bancaria, a no ser que le asignaran un trabajo a su medida, algo que no nos extrañaría "per res". Mientras otras mujeres buscan afanosamente una ocupación para poder sobrevivir con su familia y son rechazadas.
Nos avergüenza el proceder de aquella antigua Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros, con tan pocos o ningún miramiento con empleados, que siendo honrados a carta cabal, que lo único que les movía en un momento determinado era tender la mano a clientes de toda la vida, que sufrían llamémosle un determinado apuro, y por ello sin miramiento fueron "cap es carrer". Y ahora la gente de la calle, la que no sabe de formulismos financieros, pero sí de conocimientos humanos, se pregunta, ¿y a ella por qué no?
Mientras cae la lluvia de modo torrencial, fuertes truenos y sus respectivos relámpagos iluminando la noche, tuve que levantarme y correr las cortinas, las de terciopelo, las de color granate que durante tanto tiempo cubrieron las ventanas de aquella sala de mis tías "fadrines". Siempre las encontré demasiado pesadas, excesivamente tupidas, fue el frío quien me hizo cambiar las blancas frágiles y vaporosas, permitiendo la entrada de la suave brisa veraniega. Ahora en plena primavera parece que el cálido verano da la sensación de estar tan lejos, cuando no es así, ya que el reloj de la vida rueda sin cesar.
Dice Praxèdies que está aturdida ante mi reacción de rehusar ver la tormenta, cuando aquella primera vez en que mi madre, mi querida mamá Teresa fue enterrada tal como le había prometido en vida, cuando hizo tormenta, la primera vez que ella se encontraba en aquel blanco nicho de mármol italiano, hecho a la antigua, huyendo de estas antiestéticas placas negras que poco a poco han ido invadiendo nuestro cementerio. Como decía, aquel primero de agosto de 1991 el cielo se oscureció y llovió torrencialmente. Frente a su tumba con el paraguas abierto aguanté estoicamente el chaparrón, se lo había prometido y curiosamente aquella vez no temí ni a los refulgentes relámpagos ni me asustaron los estrepitosos truenos, no en vano me sentía cerca de la que me había cuidado como a su propia hija a la vez que me enseñó a amar aquella virgen, que estaba a pocos metros velando el sueño de los nuestros, los que reposan en el cementerio de Mahón.
Dice Quica que, al hablar del cementerio, le ha venido a la memoria que antaño, cuando familiares y amigos acompañaban al difunto hasta el camposanto, a pie charlando sin parar todo el trayecto de cosas banales, unos de fútbol, otros de la pesca o resaltaban los kilos de caracoles cogidos con el chirimiri dándoles pie a salir de sus escondrijos. Cada temporada el tema variaba "espàrecs, caragols, serrans, raons". Por supuesto que los únicos que hacían el recorrido triste y cabizbajo debían ser los más allegados.
Otra costumbre muy arraigada era la de ir de tapeo al despedirse la comitiva. Se dirigían a alguno de los muchos bares con que contaba nuestro Mahón. De todos es bien sabida la buena fama que siempre nos deparó nuestra cocina, siempre tan alabada por cuantos forasteros nos han ido visitando a lo largo de la historia. Disponían de auténticos cocineros, o en su lugar cocineras y sus ayudantes. Hoy diríamos que usaban productos de calidad o de mercado, cuando lo suyo se limitaba a comprar los productos frescos del día. Las recetas, nada sofisticadas, se reproducían como lo habían visto siempre en sus casas, con la misma clase de fogones de carbón, las mismas cazuelas y cacharros de siempre, predominando los utensilios de barro.
En abril las mejores recetas se confeccionaban a base de cordero, "freixurats", trenzas. Jamás faltaban las consabidas albóndigas con salsa de tomate casero, "res de pot", las mismas con guisantes. Éstos también acompañaban a la sepia; callos, patatas a la inglesa, lo que ahora llamamos "churras", carne con salsa, ensaladilla rusa, buñuelos de bacalao, tordos con col, lengua con salsa, riñones. Mientras, podían servir a la plancha el consabido lomo, hígado, y es posible que muchas cosas más que ahora no vienen al caso. Lo que no puedo dejar de citar es el pulpo con cebolla y el pescadito recién frito y que incomprensiblemente aquí no se puede comer por aquello de estar prohibido al igual que "els molls petitons", mientras que en cualquier pescadería española los venden sin temor a ser multados, inclusive en Mallorca.
No he olvidado todos los frutos de mar de los que había un surtido "preciós".
Creo que es algo expuesto el citar la retórica del tapeo y mucho más algunos de los muchos puntos de encuentro para saborearlos. Lo hago para complacer a varios lectores "que van quedar molt malsatisfets", tras leer una carta al director que no nos dejaba en muy buen lugar y que, a pesar de "deixar-nos guapos, li van regalar un llapicer". Alucinamos. Las redes sociales sacaban humo. Cuánta ignorancia por parte de uno y de otro, cuando siempre fue todo lo contrario, jamás copiamos guisados castellanos, ni andaluces, predominando lo nuestro, tenemos cocina propia desde que Dios creo el mundo y si no lo creen así acudan a las hemerotecas y a los libros sagrados de la cocina.
En estos momentos viene a mi memoria haber escuchado a Gori "que era molt menjador i sabia lo que era bo i lo que no", que las calderas de pescado mejores, entre ellas la de mero, las cató en la Liga, nada tenían que envidiar a la de langosta, todo un mérito por parte de un gran cocinero como fue el señor Sastre, mallorquín de nacimiento, arraigado en Villacarlos y que, mientras haya personas de mi edad, será recordado. Es por esto que nos ofendió aquel escrito, al ignorar que aquí siempre hubo muy buenos y acreditados cocineros que trabajaron frente a los fogones más prestigiosos la cocina menorquina.
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