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No quisiera pasarme de listo: me precipito pues a confesar que si me viera repentina y absurdamente trasplantado al Ayuntamiento de Mahón en calidad de alcalde, el pánico escénico tornaría inmediatamente en canosa la no demasiado feraz cabellera que natura me adjudicó de fábrica. No obstante, desde la barrera, y con el debido respeto, me atreveré a formular una reflexión sobre la postura mostrada por nuestra alcaldesa en el resbaladizo asunto de los lodos que duermen en el fondo de nuestro puerto.

Con anterioridad a la moratoria impuesta por la fiscalía, declaraba la señora Reynés que le resultaba tranquilizante la intención de la Autoridad Portuaria de realizar un estricto seguimiento de los vertidos para atajar cualquier posible marrón que surgiera durante el controvertido proceso.

Si un dentista distinto al mío de cabecera (afortunadamente descanso en este aspecto en las inmejorables manos de la clínica Mir-Andreu) me propusiera experimentar en mis encías un tratamiento peligrosillo en principio, pero sobre el que el equipo de técnicos del tal dentista sospechoso apuntara que sus límites de peligrosidad etc. no superan los estándares de siniestro total a pesar de rozarlos, y me intentaran tranquilizar asegurándome que harían un seguimiento estricto del proceso, me rondaría una mosca detrás de la oreja del tamaño de un colibrí.

Y no es por nada, pero la Autoridad Portuaria dista de ser mi odontólogo de confianza. Más bien me parece que viene demostrando casi con entusiasmo que mi salud bucal no forma parte de sus prioridades.

Quizás malinterpreté la letra o la música durante la pasada campaña electoral a la alcaldía de Mahón, pero deduje que su idea era mostrar mayor afán que el anterior equipo socialista a la hora de hacerse presentes en las decisiones que el Ministerio de Fomento, a través de la Autoridad Portuaria, tomara cuando éstas no coincidieran con los intereses de la ciudad y de la Isla. La idea de verter lodos contaminados en el mar me parece un ejemplo bueno para ilustrar un caso en que la decisión probablemente resulta contraproducente para ambos colectivos.

Siendo lego en materia de química de los metales pesados, tengo no obstante entendido que estos son susceptibles de ser separados de los lodos mediante la depuración de los mismos. La intuición me dice que esta solución es más cara solo en apariencia, esto es, si obviamos el coste que para una reserva de la biosfera supone la publicidad corrosiva que trae consigo la decisión de pasarse por el forro la primera cláusula del contrato. Dado el nivel de competencia que soporta el Mediterráneo en materia de turismo, creo que resulta prioritario evitar emborronar nuestra postal con mercurio.

Básicamente lo resumiría así: cruceros, sí; dragado, vale; otra chapuza del nivel de la de, pongamos por caso, la concesión a Trapsa, 'no thanks'.

Me atrevería incluso a sugerir que el sobrecoste que supondría tratar los lodos y enviarlos a un vertedero terrestre podría financiarse derivando a tal empresa los recursos programados para la instalación de rotondas hipergalácticas en la Isla (creo haber interpretado que algunas de estas estructuras se construyen casi exclusivamente por no renunciar al dinero que aporta el estado para tal fin) y así mataríamos dos pájaros de un tiro.

Apostaría a que somos muchos los ciudadanos que hemos sentido cierta decepción : quizás hubiéramos preferido ver al Ayuntamiento, a la Consellería de Turismo y a la de Medio Ambiente liderando la exigencia de rigor y transparencia en la protección de los intereses de Menorca, en vez de dar la sensación de ir a remolque de los acontecimientos. Suenan tambores con nuevas amenazas de emborronar nuestra postal, esta vez con petróleo, mancha esta que en principio se quita "molt malament". Veremos (en caso de que la alarma sea fundada) quién asume en la presumible refriega la comandancia de nuestra defensa.