Yo también estoy en contra del traslado a un punto relativamente alejado de la costa del barro radiactivo del puerto de Maó. Me opongo por varios motivos como, por ejemplo, el impacto ecológico que conllevará por mucho que esté lejos. Habrá quién me llame desconfiado, es lo que tiene cuando ves que las cabezas pensantes se ponen a hacer malabarismos con lodo tóxico en una isla que sobrevive como puede del escaso turismo que se deja caer últimamente y que difícilmente podría hacer frente a un desastre natural. ¿Exagerado? Salvando las distancias, lo del Prestige tampoco tenía que pasar hasta que pasó.
Si el fango en cuestión no es tan nocivo como lo pintan no habrá problema, por ejemplo, en que lo entierren en el jardín de sus respectivas casas aquellos que quieren verterlo en un mar que si no está igual de azul e igual de bonito que las tropecientas fotos que pululan por la red ligadas al nombre de Menorca no atraerá al puñado de turistas que todavía se dejan engatusar con las postalitas del sol y playa. O que se pongan a manipularlo haciendo figuritas para venderlas en el mercadillo y que los beneficios vayan íntegramente a la administración pública que tan delicada está.
Me satisface el movimiento 'anti vertido' que ha surgido a raíz de esta soberana tontería que, ahora enserio, puede costarle muy cara a Menorca. Me enorgullece, aunque también matizo que se ha nutrido, en gran parte, de efectivos cuya tolerancia para con el Partido Popular es mínima. Que lo mismo se quejan, se oponen y se manifiestan por el traslado que por cualquier iniciativa que promueva Mariano Rajoy, José Ramón Bauzá, Santiago Tadeo o Águeda Reynés, por citar algunos nombres.
Pero aprovecho que el asunto está caliente para denunciar la doble moralidad. ¿De qué sirve manifestarse en contra del vertido tóxico o firmar el manifiesto que lo denuncia si luego, en unas semanas, nos la traerá floja tirar una colilla, un plástico o un papel en la playa? Me parece igual de asqueroso lo uno como lo otro.
Claro que firmando el cyber papel en cuestión uno se puede quedar más tranquilo. Igual que cuando nadie nos ve en la playa optamos por hacer un agujero para tirar dentro los restos del cigarrito de después del 'tupper' de tortilla. O el usuario de Camí de Cavalls que va dejando basura. En el fondo el problema más tóxico y nocivo que hace peligrar el planeta somos los humanos.
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