Treinta y tres años después de su muerte al teórico de la comunicación Marshall Mac Luhan se le sigue recordando por su aforismo "el medio es el mensaje" y por acuñar el término de aldea global, referido a la interconexión humana a escala mundial. Desde 1980 hasta hoy el proceso que supo detectar el profesor canadiense no ha hecho más que acrecentarse a la vez que han ido cambiando los conceptos de intimidad.
Durante mucho tiempo algunos medios de comunicación han tratado de incrementar sus audiencias invadiendo la privacidad de los famosos. Su labor de zapa ha sido tan intensa que han conseguido que mucha gente corriente no tenga hoy ningún reparo en desvelar en público su vida más privada, ya sea desde redes sociales, contando por el móvil en la calle cualquier episodio íntimo o de forma exhibicionista en los programas de telerrealidad. Todo eso ha multiplicado la red de cotilleos, que es una ansia universal. Ahora no tanto necesitamos preservar nuestra intimidad sino protegernos de la de los demás.
Antiguamente, en los pueblos y sociedades pequeñas el chismorreo servía para ejercer el control social y conducir a la mayoría hacia la conducta moralmente aceptada. En cambio, el "chafardeo" del patio de vecinos global parece ir en sentido contrario y a potenciar locuras y comportamientos aberrantes para así dar que hablar, cumpliéndose así el viejo principio publicitario de que lo mejor es que hablen de uno, aunque sea mal.
El viejo Mac Luhan diría hoy que la audiencia es el mensaje.
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