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El espíritu de concordia entre españoles que habían intervenido en ambos bandos de la Guerra Civil o que sintonizaban con los respectivos valores discrepantes que condujeron al ya lejano terrible enfrentamiento fratricida permitió la transición política que introdujo en España la democracia después de la dictadura franquista.

Aquel fecundo espíritu pactista, con visión positiva de futuro para todos, ha dejado de ser hegemónico en este país y ha dado pié a que de nuevo aflorasen las atávicas dos Españas; al menos esto es lo que mayoritariamente reflejan los debates políticos y las interpretaciones de los medios de comunicación. La sociedad española se está desmoronando día a día y esta situación es gravísima.

Las estadísticas que marcan niveles económicos y sociales en general van a peor. Las políticas que no fueron o no son consensuadas de modo amplio imponen soluciones inestables de poco alcance. Hay que volver de inmediato al espíritu de concordia; y precisamente ahora habría que aprovechar la iniciativa del líder de la oposición quien acaba de ofrecer un pacto al gobierno para orquestar y adoptar medidas que sean las adecuadas para salir, entre todos, de este caos que pulula en España; celebraría que afortunadamente pudiese haber entendimiento con el gobierno y que de una vez por todas se abordasen conjunta y ordenadamente los graves problemas, siendo imprescindible la colaboración de toda la sociedad.

La concordia amanecerá como resultado de todos. No es el momento de actitudes numantinas. Además, las medidas internas son las primeras y las que sobrevengan de Bruselas hay que negociarlas defendiendo inteligentemente los intereses españoles. La vida de viejas naciones como la que nos incumbe, está hecha de cíclicas peripecias enfundadas en errores, alternantes con etapas de relativo sosiego predominante, aunque nunca para todos. Los errores requieren rectificaciones racionales y solidarias buscando la sintonía entre sentimientos morales y los conocimientos adecuados, haciéndolos operativos, prácticos, en todo el amplio espectro social. Se trata de "vuelta a empezar". Da capo. Así son las cosas. Se trata de abandonar el mundo "kantiano" y tornar al realismo crítico y positivo. Menos "Laissez Faire" y más espíritu de Keynes (no digo keynesiano).En Menorca, durante la transición política, fue elocuente el protagonismo del Ateneo de Mahón, donde se impulsó aquel espíritu de concordia entre quienes podían tener concepciones ideológicamente contrarias como secuelas lógicas, aún actuantes, de la Guerra Civil; ese espíritu se puso de manifiesto particularmente en la celebración del setenta y cinco aniversario de la fundación del Ateneo, cuando don Guillermo de Olives, presidente de la entidad, invitó a don Juan Hernández Mora a impartir la lección magistral. Ambos discursos, del presidente y del conferenciante, son muestra de la auténtica voluntad de concordia y entendimiento para una renovada andadura colectiva, no sin el esfuerzo de todos, hacia el albergue de una convivencia fundada en la libertad y en el respeto a los derechos individuales y sociales, que se deben preservar. Dos personalidades abiertas, de distinta generación, acertaron en simbolizar el espíritu de la transición que transcurría en aquel momento histórico.

El espíritu de reconciliación en España, entró en decadencia en las postrimerías del siglo pasado, cuando además la sociedad se hace paulatinamente más crematística. Es importante reivindicar en estos momentos y siempre, los valores humanistas de solidaridad y de colaboración, en el marco de un Estado que debe ser subsidiario ante las carencias flagrantes que afectan a multitudes. Sin duda, fue ejemplar la apuesta del señor de Olives y del profesor Hernández Mora. Por cierto, aprovecho estas líneas para decir que doña Magdalena Díez de Bethencourt, viuda de este último, es decir, de mi tío Juan, ha ido a vivir, junto a su hermana Clara, a una Residencia en Palma de Mallorca, por razones de edad; y generosamente me ha hecho donación de su biblioteca, propia de su condición de catedrático, así como de los enseres domésticos que había recibido y procedían en origen de la familia Hernández.