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Cuando llevas corriendo 20 kilómetros mientras llueve y caen rayos más cerca de lo que en realidad parece, la única luz con la que cuentas es la que desprende el irrisorio frontal, que compraste en los chinos, en mitad de un camino oscuro ideal para rodar la escena más tenebrosa de cualquier película de miedo, hace un frío que hiela y el cuerpo empieza a quejarse y a preguntarse porqué narices no te quedaste en el sofá mirando la tele, estás enfermo y padeces delirios de 'runner'. O lo que es lo mismo, aquella persona que araña horas al día para escaparse un rato del mundanal ruido y correr. Desde diez minutos a tres horas. Cien metros, quinientos o cinco kilómetros. Aquel que abandona su vida sedentaria y, en lugar de ahogarse en la monotonía, aprovecha que no está en su sano juicio o no quiere estarlo y se zampa, de buena mañana, 500 zancadas de asfalto.

Explicarle a alguien que ni corre ni le atrae la idea de calzarse unas deportivas y enfilar el primer camino que encuentre es harto difícil si jamás lo ha probado. "Correr es de cobardes", (modo ironía 'on') dirá el más original de tus colegas (modo ironía 'off'). Pero lo cierto es que cada vez me resulta más atractivo perderme solo o con mínima compañía por rutas en las que la cobertura del teléfono o no existe o es mínima, no existen las malas noticias y lo único que importa es si las fuerzas te bastarán para llegar hasta dónde tienes el coche o te viene a buscar tu pareja que, por gestos como ese y por la paciencia de aguantarte en tus delirios de grandeza, es la mejor del mundo.

Cada vez me encuentro a más personas que se animan, se visten de corto y echan a correr. Un año después de empezar esta terapia alternativa, me alegra ver que nadie, o casi nadie, ha puesto el grito en el cielo o se ha indignado porque de tanto pisar estamos estropeando el asfalto o el Camí de Cavalls. Cada uno es mayorcito y sabe qué motivo le impulsa a salir a correr. Está el que lo lleva haciendo mucho antes que la mayoría, el que quiere quitarse esos kilos de más, el que sigue la moda, el que quiere correr más que su vecino, el que lo utiliza para evadirse de un mundo que ve cada vez peor o el que simplemente corre con la esperanza de encontrar algo mejor al final del camino.

Pero lo que debes saber, amigo lector, es que nunca puedes subestimar a un 'runner' que va más lento porque quizás él está volviendo de donde tú todavía no puedes llegar.
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dgelabertpetrus@gmail.com