TW
0

Se nos acaba de anunciar la aprobación de nuevas medidas sobre el mercado de alquileres. Nos aseguran desde el Gobierno del PP que el objetivo no es otro que el de reavivar y abaratar los arrendamientos.

Se pretende –dicen- que bajen los precios de los alquileres a partir de la incorporación a este mercado de un gran número de viviendas, pues la lógica de mercado constata que: a mayor oferta menos precio.

También constata la misma lógica de mercado que, en el mecanismo de libre fijación de precios, cuanto menor poder adquisitivo tenga el adquirente, menos precio tendrá el bien que pretenda adquirir. Será pues la disponibilidad de dinero de los arrendatarios la que determine la renta que puedan pagar. En esta circunstancia, el arrendador adecuará su pretensión hasta que se llegue al precio de equilibrio que es aquél que satisface las pretensiones de ambos, arrendador y arrendatario.

Lógicamente, el precio de equilibrio no es una magnitud inmutable que se mantiene incólume "por encima del bien y del mal"; por el contrario, tal precio es tremendamente flexible y maleable, perfectamente plástico y adaptativo a las circunstancias siempre cambiantes del mercado.

Todos sabemos que, tanto la masiva pérdida de empleo y salarios de la clase trabajadora, como la imposibilidad en muchas familias de pagar sus hipotecas que les abocan al desahucio, son ambas, circunstancias que favorecen al mercado del alquiler, pues los trabajadores hoy ya no piensan en patrimonializar sus salarios, sino en aligerar lastre, o sea, en sustituir obligaciones a largo plazo (décadas) derivadas de compraventas, por obligaciones a corto (meses) derivadas de alquileres.

Es una evidencia que la potencia de la crisis está provocando un abaratamiento de los alquileres que los acabará fijando en el nuevo precio de equilibrio. El automatismo del mercado es pues suficiente para conseguir este objetivo de abaratamiento de precios que dice perseguir el Gobierno con sus nuevas medidas. La medida gubernamental es, en consecuencia, redundante por innecesaria. Sin embargo, la medida constituye una eficaz cortina de humo con la que disimular su otra medida; esa a la que, precisamente, el libre mercado no llega por sí solo: la instauración por ley del desahucio a los diez días desde el incumplimiento de pago de la renta por parte de los inquilinos, si éstos no presentan alegaciones.

Las nuevas condiciones de desahucio precarizan el estatus jurídico del inquilino en favor del propietario en un momento económico en el que los inquilinos pueden estar más necesitados que nunca de comprensión legal frente a las eventuales dificultades de cumplimiento de pago, ajenas a su voluntad.

No se trata de justificar el incumplimiento per se que es simplemente injustificable; sí se trata, sin embargo, de entender el papel tan principal que la actual situación económica tiene en el advenimiento de situaciones de incapacidad de pago en las que existe voluntad de pago aunque incapacidad para llevarlo a cabo, y legislar en consecuencia.

Quede claro que no se ha buscado una fórmula de resolución de conflictos, sino un mecanismo de desahucio express. Se pone la ley al servicio del que más tiene pues para el que menos tiene, ya está la beneficencia.

Por otra parte, el insoportable padecimiento que soportan los bancos al albergar en sus balances un sin fin de viviendas que han perdido una gran parte de su valor como activos, se verá por fin aliviado por la inminente constitución de un "banco malo" al que llevar cientos de miles de viviendas-amasadas a partir de la ejecución de múltiples desahucios - para sacarlas al mercado de alquiler. En consecuencia, la banca se convertirá en el más poderoso arrendador del mercado con un incuestionable poder monopolístico y de fijación de precios. ¿Alguien puede creerse que el tiburón de la banca usará su inapelable poder de mercado para abaratar los precios de la vivienda?

Dicho lo dicho, me temo que el desahucio express con el que nos acaba de obsequiar nuestro Gobierno, no pretende abaratar el coste de la vivienda de alquiler sino reforzar la ya de por sí ingente potencia de la banca –en su flamante papel de arrendador- frente a los potenciales inquilinos.

En fin, ya no sólo en materia de compraventa de viviendas y constitución de hipotecas la posición de la banca habrá sido como el dicho de las lentejas; ahora también nos pasará lo mismo en el ámbito de las viviendas de alquiler en el que la banca nos dirá: "o las tomas o las dejas".