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El pasado viernes tuve la suerte de contarme entre quienes fuimos invitados a presenciar un espectáculo ("performance" como la llaman los pijos), en un lugar que muchos conocemos: el poblado talayótico de Trepucó.

A lo largo de la noche, en tres turnos controlados, para la comodidad y seguridad de los asistentes, la artista (escultora y paisajista) Mila Ahedo y un equipo de iluminadores, técnicos, músicos, hondero, etc, presentaron antes los sorprendidos ojos de los que allí nos reunimos una creación artística de altísimo nivel. Comparable sin lugar a dudas al espectáculo de luz y sonido que se ofrece en la Pirámide de Gizah o en el Templo de Philae, también en Egipto.

La edición del diario "Menorca" del domingo recoge, en acertada crónica, los detalles de este evento, por lo que no abundaré en ellos.

Pero sí quiero aplaudir desde aquí a quienes lo han concebido, creado y realizado, y a quienes han dado su soportes para que pudiera hacerse: instituciones y sponsors privados.
Culminador los arduos esfuerzos y trabajo de más de seis meses de la artista y equipo creativo en una noche mágica y sin luna, en la que las piedras de nuestros monumentos más espectaculares tomaron vida. Las milenarias piedras hablaron y nos estremecieron. Arte y tecnología unidos para maravillar a los presentes.

Desgraciadamente, el coste del espectacular montaje (dinero, maldito dinero) hace poco menos que inevitable el que pueda ofrecerse con la frecuencia que desearíamos. Sería un atractivo turístico-cultural de primera magnitud (como comprobaron in situ la consellera de Turisme del CIMe y empresarios del ramo, como D. Carlos Sintes).


Menorca no es El Cairo, y las taulas y talayots no son las pirámides, pero en esa noche mágica, me sentí teletransportado por el arte y la tecnología a nuestra época prehistórica.
Admito que tenía una cierta prevención por saber qué iban a hacer en Trepucó. Me preocupaba que ese lugar fuera utilizado para una promoción más o menos comercial encubierta (las esculturas de Mila estaban a la venta). Pero una vez comprobado el resultado, admito que mis temores eran infundados.

Como la opinión es libre y toda obra humana es mejorable, personalmente noté a faltar un complemento hablado, una voz en off que añadiera a la luz y a los efectos sonorovisuales un contenido poético sobre el lugar que pisábamos.

Y algo que me sorprendió además es el hecho de que no se cobrase un ticket de entrada, que "ayudase" a paliar el coste. Lo hubiéramos pagado todos con mucho gusto (750x10... hagan números).

La espera a que se repita en el 2013 será muy larga.

Enhorabuena muy sincera a quienes lo hicieron posible.

PS: Ver la Naveta des Tudons en Trepucó cmo la vimos todos, es teletransportación. Sin lugar a dudas.