Don Manuel Gómez. El primer maestro herrero de Gregorio Caules (gentileza de Aurora Olivar). Fotografía realizada por José Sbert "es manxolet", Santa Rosa 24, Mahón.

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Quien me iba a decir que sería el último verano que íbamos a pasar, juntos. Llegada la tarde, Maria Eugenia, mi querida vecina le acompañaba jugando a dominó, hacían algún descanso cantando a dúo viejas canciones. Eugenia fue para él como una sobrina, dedicándole momentos, que jamás le podré agradecer, haciéndole sonreír y que se sintiera feliz.

Al oscurecer intentaba ir hablándome, tal cual había hecho a lo largo de su vida. Su voz fuerte y grave, semejante a la de su cantautor preferido, Atahualpa Yupanki, se iba apagando, sonaba como un susurro. Y me continuaba hablando, de su infancia, su gran amor por Fornells, historias del pueblo y sus habitantes que su madre desde la añoranza en Mahón, le contaba a modo de rondalla en el momento de dormirlo. Gori, había sido un "no m'ho pens, es tardanillo", la alegría tras haber parido cinco hijas. Mientras tanto, yo continuaba callada, si bien sabía todo cuanto me decía y me iba a decir, jamás, lo que se dice jamás, le hice un reproche por su repetición. Callada, cuaderno en mano, me interesaba aprender al dedillo lo que me volvía a repetir. Y continuaba anotando, merecía la pena, así me lo había inculcado, cuando no feia s'alçada d'un ca assegut y no estaba dispuesta a hacerle un feo, en aquellos momentos.

Siempre fue un hombre nostálgico, y me chocaba, demostró ser un adelantado a su tiempo, de ahí que llevara a su isla tantos adelantos, que diera a conocer tantas innovaciones del mundo de la mecánica. Le apasionaba, la tecnología, pero ello no tenía suficiente fuerza para que olvidara a tantísima gente, de la cual aprendió, y a la que dedicó sus oraciones diarias hasta aquel 31 de agosto de 1994.

Su primer maestro, Manuel Gómez, propietario de una herrería en la calle del Castillo, muy cerca de la esquina con la de San Manuel. Según el alumno que con tan solo nueve años manxava a sa fornal, recordaba a su superior, serio, austero, disciplinado, sabiendo ordenar a sus operarios, repitiendo la enseñanza, que el recibió.

El maestro Gómez aprendió el oficio en uno de los santuarios de nuestro puerto de Mahón. En la orilla norte, en el Cós Nou. Los hermanos Pablo y Francisco Ruiz Verd, titulado como maquinista, habían alquilado unas cocheras en el Arsenal, el mismo que gracias a los ingleses fue una bendición para nuestra ciudad y sus habitantes. Dedicándose a la construcción y reparación de toda clase de maquinaria y fabricación de motores, desde 1893, iniciándose en sociedad, denominándose Ruiz Hermanos. Más tarde, inducidos por la ambición de ambos se constituyó La Maquinista Naval S.A. No voy a extenderme en el tema, lo describí en este mismo medio de comunicación en 2007.
Nuestros mayores siempre hablaron y comentaron de aquella Sociedad Anglo Española de Motores y Gasógenos y maquinaria en general, donde más de cuatrocientos hombres disponían de trabajo reparaban toda clase de maquinaria, construían embarcaciones a vapor instalando motores y centrales eléctricas. Aún hoy en Madrid, existe una de las mismas, que puede visitarse a modo de museo, es un orgullo al visitarla leer su procedencia.

Los Ruiz Verd, viajeros empedernidos especialmente a Inglaterra, se hicieron con maestros de diferentes ramos, mecánicos, herreros, constructores de embarcaciones, que a su vez fueron maestros de aquellos cuatrocientos y pico de empleados.

En aquel lugar de la ladera norte donde el maestro de Gori, el señor Gómez, conoció cuanto debía saberse de herrería, fue un consumado en su oficio y en aquella cochera des Camí des Castell, salieron hombres muy importantes, en una época que en casi todas las calles de la ciudad se encontraba un ferrer, el medio de locomoción, los consabidos carros de transporte, los carretones para los payeses "ben estants", mientras los señores de la ciudad disponían de galera y conductor. Fueron estos los primeros que gozaron de coche, cambiando su carruaje y "ses bísties", enseñando el oficio de chófer al mismo que los había conducido hasta aquel momento. De esto ya hablé en otras ocasiones, especialmente, en mi trabajo del automóvil en Menorca.

Alguien dijo que la vida es un pañuelo, y para mi padre lo fue. La casualidad hizo que sus dos maestros salieran de las enseñanzas de la escuela inglesa. Primero el señor Manuel Gómez en su herrería y don Conrado Mantolán Arbona, uno de los hombres más destacados en el mundo de la mecánica.

Me decía y más tarde lo he podido corroborar, tras infinidad de trabajos que he ido realizando, que en la Isla se ignoraba el mundo de la mecánica, fue transportada y recalada a nuestro puerto por los primeros vapores de escuadras extranjeras, de los que se fueron aprendiendo i "donant molts carbassosts". Aquí existían como ya he dicho más arriba los herreros, saliendo de la misma escuela, es llauners, que de estos había un mal que fer. En mi archivo, los he ido catalogando para su publicación.

El día que mi padre finalizó en la herrería por prescripción facultativa, el propio señor Gómez lo presentó en el taller de la Plaza de la Pescadería, donde todos hemos conocido el bar La Nave. Allí el trabajo no faltaba, principalmente por las mañanas cuando las mujeres iban hacer la compra, se paraban, unas para que les soldaran el asa del bote donde calentaban la leche. Otras, adquirían uno de éstos, o varios de diferentes tamaños. Confeccionaban latas para el horno, llaunes, moldes de hacer "crespells", empanadas, mantecados o "pastissets, etc. De esta rama nacieron los lampistas una vez creado el gas ciudad. Más tarde los electricistas, que gracias al señor Andreu, otro de los aventajados en el tema de viajes, llegaron con el varios especialistas de aquella lejana Inglaterra y que, por cierto, a uno de ellos lo vi frecuentar el taller de Gori siendo yo una niña.

La noche del jueves, fue tema de conversación, tal vez debido a la falta de trabajo, el dolor que se siente al comprobar tantos comercios cerrados, la falta de ambiente turístico, etc. Como dice el mayoral, los mahoneses como en todas partes, los hay de habilidosos y de catsotos, pero para demostrar sus cualidades han tenido que ser enseñados o motivados por los que llegaban de fuera, me refiero al siglo XVIII, y lo mismo sucedió en el anterior. La cosa no era como ahora que comprando una revista uno observa lo que se conoce como moda, la de ellos era continuar la línea de los monarcas y palaciegos. Fue gracias a las dominaciones que la Isla y sus habitantes prosperaron, no hay más que leer la historia de los conocidos, Riudavets, Ramis, Mata, Benejam, Hernández ( padre e hijo), Oleo, Quadrado, Pou, Muntaner, Luis Salvador, Lindemann, Aledo, Camps y tantísimos más que están ahí presentes en mi biblioteca. De los contemporaneos no puedo olvidar, y es mi deber citar, a Deseado Mercadal, Juan Gutiérrez, Francisco Fornals, Miguel Barber, Andrés Casasnovas, Guillermo Pons, María Luisa Serra, Damián Bosch, Rut Mont, Anna Serra Murillo, Sintes Espasa, Ángeles Hernández, Cristina Andreu. Reconozco que la lista está escrita tal cual me llegaban a mi cerebro, a todos los considero con una excelente preparación a la vez que su bibliografía en sus escritos los hace más que fiables, al contrario de una novata que relega de los mismos, va escribiendo copiando de aquí y de allá haciéndose con los trabajos de los demás como propios.

A buen seguro el primero en citar, debía ser José Luis Terrón, mi querido amigo del alma, desde toda la vida, con el que nos une un vínculo, y cantidad de recuerdos de nuestra época de estudiantes en el Instituto y en las clases de repaso. Su madre a la cual mando un "paneret ple de carinyo" y su abuela materna fue íntima de mis padres. Precisamente ayer tuvimos la oportunidad de tomar una cerveza en la terraza del American , acompañados de Pablo Cardona Nata, riéndonos de lo lindo, de cierto comentario que un periodista le hizo sobre nuestra amistad. ¡Y es que los periodistas, se inventan cada rollo….! que fa feredat.

P.D. Como decía otra gran amiga del mecánico de la Motora, Maria Luisa Serra, dejándolo escrito en uno de sus libros, corroborado por Nicolás Rubió y don Juan Hernández Mora, el único oficio menorquín, es el queso, lo demás, pertenece a la escuela de extranjería, carecemos de materia prima, llegando del exterior.

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margarita.caules@gmail.com