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No se puede decir que sea aún apasionado de los coches. Sin embargo estoy desarrollando una creciente pasión por las furgonetas, los furgones, los camiones y las hormigoneras. Esta pasión no crean que es de signo positivo como por ejemplo la amorosa. Se trata de algo más bien parecido al rencor.

Sucede que la zona del puerto de Mahón que habito parece haberse convertido últimamente en un parque temático de grandes vehículos en prácticas de aparcamiento prolongado. La diversión es relativa en cuanto que estos vehículos XL se interponen groseramente entre las terrazas de los restaurantes y el azul marino que suponemos detrás de ellos, sin que esta circunstancia tan desagradable inquiete lo más mínimo (como es lógico) a los profesionales que aparcan sus artefactos durante horas mientras reparan embarcaciones o construyen tabiques de pladur en el vecindario.

Es de conocimiento general que el puerto de Mahón tiene un problema con el tráfico, sustanciado en tres frentes igualmente engorrosos: El desasosiego que proporciona a los paseantes el continuo trajín de vehículos circulantes; el desasosiego que proporciona a los vehículos circulantes la falta de aparcamiento y el desasosiego que proporciona al cliente que eligió sentarse en una terraza frente al mar el observar con pasmo que el espejo de agua se convirtió en un muro furgonetil blanco (en el mejor de los casos) con logos de dudoso gusto (en la mayoría de los casos). Desasosiegos todos ellos que casan mal con el ideal de pasar unas vacaciones perfectas.

Este estado de cosas no es sin embargo nuevo. Hemos convivido algunos lustrillos con ello, practicando a la sazón la cristiana virtud compartida con el santo Job. Para fortalecer en nosotros la paciencia, las anteriores administraciones exploraron en profundidad las infinitas maneras de no hacer nada al respecto. Sus fórmulas tuvieron un éxito rotundo: la situación se fue agravando, impulsada por la inercia y el crecimiento natural de los problemas cuando se dejan a la intemperie a ver qué pasa.

Hoy sin embargo he recibido la agradable visita de unos reporteros de IB3, que tras dar unas cuantas vueltas al puerto en busca de aparcamiento, han tenido la fortuna de coincidir milagrosamente con la maniobra de desatraque de una de esas furgonetas XL de las que hablábamos antes, accediendo por tanto al preciado don de un espacio donde dejar su propio vehículo. Tras la exitosa peripecia, y con motivo de la realización de una encuesta, he sabido de su boca en primera instancia (luego me lo ha confirmado "Es diari" )que el Ayuntamiento prevé cerrar al tráfico a partir de mediados de julio una parte del puerto (desde Reynés a Corea). ¡Santa Águeda bendita!, exclamo. Tras el milagro del ascensor incorrupto, ahora el del puerto acogedor.

Mis entusiastas felicitaciones al Ayuntamiento de Mahón: arriesgar es a veces la mejor opción. Las reticencias que encontrarán serán muy posiblemente pasajeras. En ningún lugar donde se ha peatonalizado una zona de cualquier ciudad, se ha querido volver luego atrás, por la sencilla razón de que los que criticaban en principio la medida, se dieron cuenta a posteriori de lo injustificado de su postura. Apuesto a que ahora sucederá lo mismo.

Muchas gracias por romper con el dontancredismo que nos ha gobernado hasta la nausea.