TW
0

Pedro Salinas ( Madrid,1891- Boston,1951) es, quizás, el más representativo de los poetas profesores (junto con Dámaso Alonso, Gerardo Diego y Jorge Guillén), miembros de la Generación poética del 27. Poeta, novelista, dramaturgo, ensayista y crítico literario prestigioso, dedicó su vida a la docencia universitaria, que inició como lector de español en la Sorbona, labor que continuó como catedrático en las Universidades de Sevilla y Murcia. Una vez exiliado, ejerció la enseñanza en diversas universidades americanas.

Su obra es, sobre todo, poética y a ella dedicaremos únicamente nuestra atención en este artículo, último de la serie de colaboraciones que nos han ocupado en este rincón literario, que nació con la humilde pretensión de recuperar la memoria de algunos de los escritores más significativos de la literatura castellana del siglo XX, ya fallecidos.

En el caso de Salinas, la poesía fue para él un modo de acceder a las profundidades de la realidad, a la esencia de las experiencias de la vida y las cosas. En una ocasión afirmó: La poesía es una aventura hacia lo absoluto. Se llega más o menos cerca, se recorre más o menos camino: eso es todo. Los tres elementos básicos de su creación son, según sus propias palabras, la autenticidad, la belleza y el ingenio. En su obra, el sentimiento y el ingenio se unen de un modo singular. El ingenio le permite ahondar en los sentimientos, en lo vivido, para descubrir lo que hay más allá de la anécdota, para acercarse a lo absoluto. En su poesía se manifiesta un proceso de depuración estética en el que va desprendiéndose de elementos decorativos y retóricos con el afán de alcanzar una expresión desnuda y verdadera de su intimidad.

Su lenguaje poético es, aunque sólo en apariencia, sencillo. Quizás, por ello, Lorca denominó "prosías" a los poemas de Salinas. Se trata, sin embargo, de unos versos trabajados con rigor, cuyas palabras, con meditada exactitud, se nos ofrecen cargadas de sentido y de profundas resonancias.

Sus primeras obras fueron Presagios (1923), Seguro azar (1929) y Fábula y signo (1931). Las tres se inscriben en la línea de la poesía pura, cultivada por Juan R. Jiménez, cuya huella es claramente perceptible, como lo es también la influencia de las vanguardias imperantes, especialmente la del futurismo de Marinetti. Así, son frecuentes las referencias al cine, los automóviles, la luz eléctrica, la máquina de escribir -recordemos su famoso poema Underwood Girls- en un intento de acercarse a la realidad cotidiana para trascenderla.

Su madurez artística llega, sin embargo, con su ciclo amoroso que componen, principalmente, sus dos obras maestras: La voz a ti debida (1933) y Razón de amor (1936). Con ellas adquiere su condición primordial: la de gran poeta del amor. Su visión es claramente antirromántica: la amada no es la enemiga y el amor no es desdén, sufrimiento o frustración. Por el contrario, en Salinas, el amor es una prodigiosa fuerza que da plenitud a la vida y confiere sentido al mundo. Es enriquecimiento del propio ser y de la persona amada. Es un motivo de júbilo, que le hace amar la vida: ¡Qué alegría vivir/ sintiéndose vivido…, expresa el poeta.

Sólo en Razón de amor aparece, a veces, un tono más grave, tal como puede verse en algunos poemas que hablan de los límites del amor o de su inevitable final.

Sus últimos poemarios fueron escritos en su exilio americano. En ellos se observa que el poeta regresa al mundo, a la realidad que le envuelve. Pero ese mundo con el que Salinas dialoga se ha transformado por unos hechos decisivos: la guerra civil, el propio exilio, la segunda guerra mundial, el creciente materialismo, elementos que tiñen los versos de este periodo de amargura y dolor.

El contemplado(1946) es un largo canto y una bella meditación lírica ante la hermosura del mar de Puerto Rico. En el perpetuo cambio del mar, en su imparable fugacidad, el poeta halla una realidad constante: la fugacidad se torna permanencia. Pero es en Todo más claro (1949), la más angustiada de sus obras, donde más puede apreciarse una lucha interior entre su fe en la vida y los signos angustiosos que ve a su alrededor. Sus versos expresan un desencanto, preludio de una angustia que busca el consuelo en la poesía, un claro intento de aclarar el sentido de la existencia por medio de la catarsis poética.

Con carácter póstumo se publicó Confianza (1955) cuyos versos nos ofrecen una nueva mirada a la naturaleza y al hombre en una honda afirmación de esperanza ante la realidad.

Su sólida formación intelectual, su don de sencillez expositiva y su cálida sensibilidad humana definen el perfil de Pedro Salinas, cima indiscutible de la lírica amorosa contemporánea. Su último deseo fue ser enterrado junto al mar portorriqueño y allí siguen sus restos.