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Managua. 8 de la mañana de cualquier día de la semana. Salimos a la calle y como todas las semanas la misma realidad en la pista suburbana, una de las carreteras principales que cruza Managua. En los semáforos encontramos aquel chiquito que todas las semanas nos mira con interés pero con miedo a que nos acerquemos y que le preguntemos. Hoy no está solo, lo acompaña otro niño mayor. Éste ya nos conoce, se acerca a saludarnos y darnos los buenos días con ojos de tristeza pero afrontando como todos los días la jornada que, para él, ya hace un par de horas que ha empezado lavando cristales, vendiendo agua helada, pañuelos, boletos de lotería… Lo que se pueda. Son los niños trabajadores en la calle. Y como ellos cantidad de niños y niñas más en la ciudad de Managua.12 de junio. Día Mundial contra la Explotación Laboral Infantil. La situación de los llamados países del sur obliga que cada vez se vuelvan a ver más niños y niñas trabajadores en las calles: en los semáforos, en los mercados, en las plazas ya sea vendiendo, lustrando zapatos, seleccionando basura, acarreando madera en un carretón de caballos… Y la otra realidad más difícil de visualizar: las niñas trabajadoras domésticas. A estas nadie las ve, son invisibles a los ojos de la sociedad. Son niños y niñas, muchos de ellos, privados de sus derechos como sujetos, privados de una educación, de una familia que los proteja, de una recreación sana y saludable, de una buena salud, etc. Algunos y algunas, los que tengan más suerte, podrán ir a la escuela si sus referentes familiares lo permiten, porque en esta realidad lo importante es el día a día y tener que comer.

Julio es un joven de 17 años. A sus 8 años tuvo la suerte de insertarse en un proyecto educativo y social que trabaja con niños, niñas y adolescentes trabajadores. Julio vendía pasteles que su tía elaboraba en su barrio, un asentamiento de gran pobreza educativa y económica de Managua. En la actualidad, Julio nos comparte que ahora se da cuenta de los riesgos a los cuales se exponía cuando salía a vender: a que le robaran, le atropellara un carro, a que su familia lo castigara físicamente si no conseguía vender todos los pasteles. Hoy en día Julio está estudiando su segundo año de secundaria, tiene un titulo técnico en operador de micro computación y está sacándose el de ebanistería. Valora la importancia de estudiar, de que se le reconozcan sus derechos como sujeto y de seguir adelante y luchar por un futuro mejor para él y su familia (mama, papa y 4 hermanos menores).

Otro caso de superación es el de Conny, una adolescente de 15 años. Tenía 12 años cuando se insertó en el mismo proyecto que Julio. En el caso de la adolescente, ella vendía verduras y "tortillas" en su barrio acompañada por varios adultos. Conny nos comenta que su necesidad de salir a trabajar era porque solo con el salario de su papa no alcanzaba para las necesidades básicas de la familia (ella, tres hermanos y su mama). En la actualidad Conny está en su cuarto año de secundaria y ya cuenta con dos títulos técnicos: computación y repostería. Su sueño y expectativas seguir adelante y poder entrar a la universidad para continuar su formación.

Cada día son más, en muchas partes del mundo, los niños y niñas que deben ayudar al sustento económico familiar. Las diferencias sociales y económicas que cada día se evidencian con más fuerza y claridad entre los países "ricos" y los "pobres" tienen como consecuencias la vulnerabilidad y el riesgo en el que se expone día tras día la niñez y la adolescencia, el presente y el futuro de nuestra sociedad. Y en esta realidad somos responsables todos y todas para conseguir erradicar la explotación laboral infantil, las desigualdades y la ignorancia que genera la imposibilidad de recibir educación y formación.