El marginalismo económico aplicado no fue capaz de evitar la crisis de 1929, incluso la persistencia de sus principios vinculados al patrón oro contribuyeron al origen de dicha crisis; por otro lado la aplicación de la Teoría de John Maynard Keynes fue la que generó la recuperación económica en el mundo occidental después de la segunda guerra mundial, dando lugar a la etapa más larga de crecimiento y bienestar social que se conoce (1950-1970), que para Europa se califica de edad dorada. En el presente ensayo señalo la existencia de dos escuelas de pensamiento económico vigentes como resultado del desarrollo del marginalismo; asimismo es obligado constatar que autores marginalistas de la envergadura del sueco Knut Wicksell (1851-1926), de los británicos Alfred Marshall (1842-1924) y Joan Robinson (1902-1983) o del estadounidense Chamberlin (1899-1967) fueron pilares en los que pudo basarse la construcción Keynesiana.
Asimismo fueron importantes otros autores marginalistas posteriores a Keynes como el norteamericano Milton Friedman (1912-2006), de la escuela de Chicago, que hizo destacadas aportaciones a la teoría monetaria y a la interpretación del ciclo económico, en particular de la crisis de 1929. No obstante, el marginalismo tiene como sabemos el límite ontológico de no incluir en su análisis el contexto histórico institucional, lo cual le aleja de la realidad social y se recrea en un mundo abstracto, crematístico, siendo su paradigma el individualismo metodológico y su fundamento lógico formal la filosofía hedonista. Planteamientos humanistas de la economía los hallamos mejor en otras escuelas como la del método histórico-hipotético deductivo (Sismondi, Schumpeter, Keynes y post-keynesianos, entre otros) y en aquellas donde cuentan las variables históricas e institucionales y se otorga un papel importante al Estado en la economía, al menos como agente subsidiario. La crisis de 1929, como dije, surgió en el ámbito de la política neoclásica marginalista.
El éxito del programa de investigación marginalista produjo importantes contenidos teóricos durante el siglo XX. Los escritos de Jevons, de Menger y de Walras inspiraron nuevos filones de investigación, de los cuales surgieron la escuela Austríaca de matriz mengeriana y la Neoclásica de influencia jevonsoniana y walrasiana. En ambas converge la tesis marginalista de que el Estado debe limitarse a proveer la satisfacción de algunas necesidades colectivas y garantizar la promoción de la libre competencia; pero en cuanto a economía positiva presentan importantes diferencias teóricas, en el modo diverso de interpretar la aproximación al individualismo metodológico.
Los neoclásicos reducen la racionalidad del agente económico a un mero axioma matemático, desnudo de sus componentes psicológicos, reduciendo el comportamiento de cualquier agente económico al del homo oeconomicus representativo, cuya función de utilidad resulta enjaulada en el perímetro de un orden de preferencias que opera a través de rígidas normas de reflexión, de exhaustividad y de transitividad; por el contrario, el programa de investigación de la escuela austríaca presta mayor atención a los aspectos psicológicos que guían la acción del hombre, definiendo así una función de utilidad que opera en el ámbito de un orden de preferencias que varía de individuo a individuo, en base a una visión subjetiva del mundo externo con el cual se interacciona, madurada sobre una base experimental.
Aquellas corrientes marginalistas recobraron predicamento y aplicación práctica después de la crisis del petróleo en el mundo occidental, arrancando muy críticamente contra las prácticas keynesianas bien asentadas entre 1950 y 1970 en los estados europeos y en aquellos fruto de la descolonización; pero después de ciertos resultados efectivos a corto plazo de la vuelta a políticas neoclásicas a finales del decenio de 1970, afloraron grandes crisis internacionales de tipo monetario en 1991-1993 y también al doblar el siglo (crisis asiática); finalmente la crisis del 2008 irrumpió en pleno ámbito predominante de políticas de laissez faire de corte marginalista, de doble inspiración neoclásica y austríaca, aunque esos importantes matices distintivos pasan desapercibidos para la mayoría de los mortales, incluyendo a políticos, a medios de comunicación e incluso a muchos ambientes pretendidamente intelectuales.
Más allá de la heurística positiva, caracterizada por el estudio de la economía a través del uso de la abstracción ontológica y/o metodológica, las corrientes de pensamiento consideradas presentan todavía otro aspecto común, el de reconocer en la teoría benthamita de la felicidad la principal fuente de inspiración de los propios estudios sobre el comportamiento de los Estados en su función de garante del bienestar colectivo.
Bentham, convencido que el utilitarismo fuese el principio inspirador también de la moral pública, sostenía que lo justo o lo injusto no dependía de la intención de comportamiento, sino de las consecuencias de las acciones, por las cuales son justas sólo aquellas acciones en grado de promover la felicidad e injustas todas aquellas que, al contrario, comportan penas y dolores. De aquí concluye que dado que la utilidad social corresponde a la suma de las utilidades individuales, las elecciones públicas deben también ellas perseguir el objetivo de la maximización de la utilidad; de aquí tenemos, que la autoridad pública, en el ejercicio de sus propias funciones, si se inspirase en este principio, acabaría por promulgar leyes y adoptar medidas de política económica y social en grado de aumentar la felicidad colectiva, o de minimizar las penas, promoviendo así el bienestar colectivo; aunque, eso sí, en términos de justicia hedonista.
Las escuelas de pensamiento que hemos considerado, siguiendo a Bentham, han elaborado importantes modelos teóricos, como los de economía del bienestar o de la Public choice (Pigou, 1934; Bergson, 1938; Scitovsky, 1941; Samuelson, 1938; Hicks, 1939; y Buchanan, 2003, principalmente). Los pocos ensayos de aplicación práctica de esos modelos "liberales" no fueron efectivos. Las políticas liberales y su escaso fundamento filosófico, que sufrimos, tienen efectos caóticos: Descontrol y especulación financiera indefinida. El último ensayo práctico es el de la Big Society de Cameron en el Reino Unido, que no parece muy brillante, nada que ver con la edad dorada de Europa. Las escuelas marginalistas (laissez faire) abocan el desmoronamiento económico. No obstante, son aportaciones científicas, hay que introducir matices y seguiremos hablando.
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