Bailarinas - MC

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Aquella noche, parte del vecindario cenamos en la calle, frente la puerta de la casa. Una improvisada tabla haciendo las veces de mesa, sobre la que se fueron incorporando peroles de berenjenas, de patatas con chuletas de cordero y sus rodajas de tomates, tortillas de patatas, ensaladas, rematándose es sopar con una sandía procedente de Ferreries. Siempre se supo y supongo que nadie lo habrá olvidado, que son las mejores, las más sabrosas y dulces y las de mejor aspecto en cuanto a su hermoso color coral, de cuantas se vendían en el mercado mahonés. Cuando todos creían que la cena había finalizado, alguien llegó con una coca d'albercocs.Y cenamos. Los mayores no dejaban reposar el porrón. Aquel vino de casa Ferré, que Jandro todos los meses nos suministraba, con el tiempo continuaron los hijos del señor Fermín, una familia muy querida por mis padres. Anotar que en un principio, las garrafas de cristal, venían forradas por un laborioso trenzado de mimbre, con el paso de los años y la modernidad de los materiales, se cambió por un forro de plástico en gris oscuro, nada que ver con lo de antaño. Ni de noves.Mientras los mayores bebían la fresca alella, los niños y los jóvenes saboreábamos la sabrosa piña ROP, con su sabor dulzón, para mí, excesivamente empalagosa, prefería la limonada que preparaba mamá Teresa, la misma que bebía directamente de la jarra que había en la nevera, lo hacía a escondidas, para evitarme el rapapolvo por no coger un vaso.

Entre sorbos, queso con higos, peroles, ocurrentes chistes i es trempons de Antonia Gaya, esposa de Pedro Soler, íntimos de los míos, se escuchaba la música del Trocadero anava a totes, invitando a dar unos pasos. Digo bien, unos pasos, el suelo no ofrecía seguridad alguna para el bailoteo, no obstante, mi menda que iba para rivalizar con la Lola Flores, subía rápidamente al piso bajando haciendo un escándalo, producido por el taconeo de los zapatos de mi madre. Los recuerdo, blancos tipo sandalias con gruesos tacones, tengo la suerte de tenerlos fotografiados. Fueron el regalo de bodas de Gabino Sintes, al casarse mis padres. A veces sueño con ellos, escuchando el taconeo, acompañándome de las castañuelas, que encontré un seis de enero en el interior de uno de mis zapatos.

Continuaba la plácida noche. Los mayores, con sus cosas y nosotros jugando al corre, corre que te pillo, saltando a la comba, al escondite, hasta que lográbamos una moneda, la única agujereada del sistema monetario español, que a cambio de la misma nuestro siempre querido y recordado Mateo Martínez de la calle de santa Cecilia, nos llenaba de helado un cucurucho de galleta que junto a su esposa elaboraban. Jamás volví a comer cornet tan rico, tan repleto de dicha y sueños infantiles. Ses neules de can Mateu, eren úniques.

Al final, el cansancio del ajetreado día, me hacía caer en brazos de mi madre, sentada en una de aquellas sillas bajas, no siempre me acurrucaba en busca del sueño, otras permanecía despierta ansiosa de escuchar algún relato, entre ellos el que Gori titulaba, Sa cova de sa por.

Érase una vez, un jabeque, cargado de aceite, naranjas y otros comestibles, que a duras penas llegó al puerto de Fornells, tras haber sufrido serias averías en su velamen, al ser emboscados por piratas. En la taberna explicaron un acalorado encuentro con varias naves moriscas. Los pescadores del pueblo, dedujeron que se trataba de S'escull de sa Teulera muy cercana a sa punta des Carregador, donde apenas hacia dos días sucedió una fatal desgracia. Debieron ser los mismos malhechores desembarcaron y raptaron a una niña. Horas antes los campesinos se habían ido avisando con el toque de la caracola, alertando a los payeses, haciendo sonar es corn, haciendo correr la voz . Voz que no llegó a tiempo a una de las hijas del predio de Alfurí, que iba de camino de regreso a su casa tras haber pasado varios días en la finca de Bini Canó, junto a sus abuelos.

Se supuso que debió ser sorprendida en uno de los recodos del camino por lo árabes, por hallar entre unos matorrales una de sus peinetas. Niños y mayores haciendo sonar las caracolas insistentemente, señal de moros a la costa. La noche les sorprendió, lo que hizo que se resguardaran en una cueva cercana. Casualidades de la vida les llevó donde horas antes, los moros habían maltratado a la chiquilla.

Cuenta la leyenda, que mientras permanecieron en la gruta, con gran sorpresa escucharon, un rumor, un llanto a modo de gemido como un susurro recordando a la muchacha, llegando a la conclusión que aquel lugar había sido mudo testigo de la brutalidad de los sarracenos.

A pesar del tiempo transcurrido, en la cueva de sa Por de la cala del Pilar, continúan escuchándose los susurros de dolor. Explican los geólogos se trata de un fenómeno geológico. Un grupo de hippyies que allí residió durante meses en los años sesenta, aseguraban que las noches de luna llena se oía el lamento extendiéndose hacia el mar.

Atrás quedan, las cenas al fresco de mi calle, la de santa Catalina. La sobremesa, con cantos y bailes, historias de fugitivos, ya no se escuchan las voces de tres navíos en el mar y los tres a navegar, volví una chica mayor, obtuve el mayor título jamás soñado ser àvia. Y a ella mi nieta, dedico mis tiempo libre, haciéndome vivir momentos repletos de felicidad.

Ahí quería llegar, decir públicamente la gozada, el disfrute que representó el contemplar el pasado sábado en el local social de la asociación de vecinos de Cala en Porter a cargo del grupo de alumnas de Teatro, danza y canto, que todos los sábados les imparte Janine Dahl.

Año tras año van demostrando a familiares y amigos el resultado del curso, comprobando sus avances, si en un principio les vencía la timidez, en esta ocasión todos los allí asistentes comprobamos el desparpajo, la frescura de la interpretación. Cómo se movían, incluso la improvisación, sus cantos, conjugados al compás de la actuación, si a todo ello se le añade el desenfadado vestuario, el entarimado, con escalinatas de quita y pon. Auténtica gozada, contemplar las vivencias juveniles, interpretando al más puro estilo New York , un grupo de treinta y cuatro alumnas, dirigidas por Janine Dahl, Lore Arantzamendi y Lourdes Moreno, nos deleitaron a todos.

Un toque fresco y clásico repleto de humor de Las Preciosas ridículas de Moliére. Donde el público lo pasó bien, la música con sones de circo con trama de ópera bufa. Las actrices, coquetas y muy involucradas en su rol.

Cambió el escenario para ofrecernos varios pasajes de un divertido Newsies ( La pandilla) muchachos de 1899, que se ganaban el pan con la mísera venta de la prensa cotidiana, cantos, bailes, actuaciones también muy logradas y divertidas como el primer cuadro.

Y por último un divertido cuadro basado en el musical Les mongetes, caracterizadas al más puro Broadway, dando rienda suelta a las que podríamos llamar supervivientes de una congregación que por culpa de un accidente culinario sufrieron una intoxicación.
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margarita.caules@gmail.com