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En la temporada turística están depositadas muchas esperanzas de los menorquines para mejorar la situación económica en el año más difícil de la crisis. Durante esta Semana Santa, la reducción de oferta de vuelos y plazas en más de un veinte por ciento con relación al año pasado y los elevados precios para los traslados desde Madrid están siendo obstáculos todavía muy importantes para plantearse el reto de alargar la temporada, que en la última década ha seguido el proceso imparable de concentración (el 52 por ciento de los turistas vienen en julio y agosto). Hay que destacar la apuesta de los empresarios hoteleros en zonas turísticas que han decidido abrir sus puertas a principios de abril, en algunos casos después de mejoras en las instalaciones y de oferta de nuevos servicios. Estas empresas también pretenden atraer al público local, que así puede encontrar una oferta distinta y al mismo tiempo animar la actividad económica del sector que ha de ser motor de la recuperación. Ese esfuerzo privado que se lleva a cabo también requiere que desde los ayuntamientos se vele para que las urbanizaciones estén en las mejores condiciones posibles. Cualquier proyecto de inversión en estas zonas es una apuesta por la economía productiva, la que nos ha de permitir crear empleo.