Llevo tiempo pensando que hay materia para un análisis sosegado para dilucidar cómo ha conseguido a nivel nacional que toda la derecha esté agavillada en un único partido: el PP, con gentes de diversa forma de pensar, aunque confluyendo con ideas de la derecha: gentes hay en ese partido muy de derechas, gentes menos de derechas, incluida también la derecha llamada cavernícola que dicen algunos, la derecha más de centro, más dialogante, incluso una derecha moderna, conviviendo todos con una derecha heredera de una derecha residual franquista, enquistada de cuarenta años de dictadura. Una derecha pues plural que curiosamente no está o por lo menos no se nota que esté a la greña; una derecha que después de criticar a Rajoy y, por parte de algunos/as, intentando segarle la hierba debajo de los pies en torno al prieta las filas de Valencia, con Paco Camps dando la cara por él, de pronto, cómo quien encuentra la salida, se dieron cuenta que aquella crisis que ya asomaba anunciadora la patita, iba a ser su ave fénix, y convinieron todos a una, en confluir en una dirección, hacia La Moncloa.
Mientras tanto, la izquierda está fraccionada desde sus propias ideas, cuando no desde personalísimos egoísmos, montando a la primera de cambio una gresca interna, y encima, con las ventanas bien abiertas. Yo no sé si eso es ser más demócratas o ser más tontos. El caso es que sus votantes no hay día que no se desayunen con una tostada de dudas y el café casi siempre amargo a la hora de seguir confiando en la cacareada unidad de una dirección política con fisuras, que además, no son fisuras de interpretación ideológica, suelen ser fisuras por el "quítate tú que me pongo yo" y no es por esa idiosincrasia esa naturaleza consustancial en el político que ambiciona el poder. Lo de la izquierda demasiadas veces resulta ser un egoísmo de ambición personal en beneficio propio, disfrazado de una forma, dicen ellos, más acertada de ejercer la acción política. El caso es, que lo que sucede casi siempre, es que se llegan a crear familias discordantes, "gallos", que cuando se tercia desde su palenque lanzar cantos de enfrentamientos y amenaza de rotura. Líderes que se olvidan con frecuencia que las gentes que lideran viven con más intensidad la política, y por eso captan muy pronto ese endémico interés de los dirigentes en manipular la filosofía de la igualdad de una mayoría a favor de unos segmentos de cercanía hacia el líder. No son pocos los ejemplos de los que han ostentado poder y mando. La izquierda es más exigente a la hora de pasar por el cedazo lo que la izquierda común no acepta en sus líderes.
La derecha es más permisiva. Le permite al líder que incluso sea prepotente y que vaya por ahí con su prepotencia arrastrando su bufanda. Salvo en puntuales excepciones, un líder de derechas, lo es para toda la vida, ostente o no el poder. Es decir, que sigue siendo líder hasta que a él le parece: caso del Sr. Aznar. Y también lo que les decía antes de permitir al líder mangas y capirotes. Fíjense en el caso del Sr. Fraga, que gloria haya, que cuando le pareció no se cortó un pelo y le hizo una queimada con su conjuro y todo para que las meigas gallegas le fueran favorables a Fidel Castro, mientras los de su partido, escépticos, se abrían las carnes políticas y no les salía una gota de sangre. Y ni les cuento cuando lió el petate, y allá que se fue a ver a Gadafi. Bueno, y con Aznar, supongo que estaría también a partir un piñón, pues dicen quienes lo saben, que Gadafi hasta le regaló un caballo. Un error de ingeniería fina de la política de altura. Cualquiera medianamente informado, sabía que Aznar habría disfrutando mucho más, si el líder libio le hubiera obsequiado una pala de pádel o una colchoneta para practicar abdominales.
Sí… sí, en eso de aguantar las humanas flaquezas de un líder, la derecha es más permisiva, tiene más aguante; la izquierda es más impaciente, más dispuesta a bajar a sus líderes del pedestal, quizá porque la derecha tiene líderes formados o forjados en su propia fragua, algunos como el actual, Sr. Rajoy, cocinado a fuego lento. Y la izquierda no. De entrada no es ya que sus líderes se miren muchas veces como si no se conocieran. A los partidos de izquierda les separan demasiadas cosas. Pensar que el PSOE de Rubalcaba y la coalición de IU que lidera Cayo Lara pudieran llegar a fusionarse formado un solo partido, es hoy una utopía.
Las izquierdas a nivel nacional deberían un día sentarse ante su propia situación, pasar la garlopa de alisar entrecejos y darle un repaso a su presente para no seguir amargándose el futuro.
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