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Existen motivos para que los trabajadores se sientan preocupados por las consecuencias de la reforma laboral, sin embargo la causa principal de preocupación es la crisis que sigue destruyendo puestos de trabajo y que pone en riesgo la continuidad de muchas empresas. La protesta se ha expresado con claridad en las últimas semanas y ha sido secundada por una amplio espectro social. El incremento de la tensión social no llevará a nada positivo. El Gobierno debe ser sensible y no parapetarse en su mayoría absoluta, sino que ha de abrir las puertas al diálogo social. Por otra parte, hay que esperar a que la reforma se desarrolle durante un tiempo para valorar sus consecuencias. Si tiene efectos negativos sobre la ocupación, si no es útil para crear empleo, deberá revisarse. Plantear el conflicto como una confrontación de intereses entre los empresarios y los trabajadores no tiene sentido en el momento actual. La eficacia es la cuestión central y no podrá valorarse hasta que no lleve un tiempo de aplicación. Los sindicatos comprobaron en Menorca que la huelga general del 29 de septiembre de 2010 fue un fracaso y en cambio la participación en la manifestación fue un éxito. Los ciudadanos sin duda valoraron que es posible expresar la protesta y la preocupación sin perjudicar a la delicada actividad económica.