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En España somos muy valientes por internet. Aquí no sabemos lo que significa la palabra miedo. Somos unos temerarios, vivimos al límite y hablamos sin pensar las cosas. En esta verbena de pandereta, corruptos, paella y olé al que llamamos país el individuo se cree el puñetero Chuck Norris. Opinamos sin ton ni son y sin importarnos si lo que decimos es cierto o no amparándonos, como cobardes, en un alias que actúa a la vez de escudo y de salvoconducto para soltar tonterías a mansalva. Y así nos va.

A la hora de la verdad, cuando no hay pantallas, teclado ni ratón de por medio los bravos leones que desafían por la red se vuelven lindos gatitos que cambian de acera cuando se cruzan con el objetivo de sus críticas por mor de que no los reconozcan, ni que sea por sus lamentables y constantes faltas de ortografía. Lo que mayormente viene a ser un comportamiento penoso y muy cobarde.

Está claro que esta situación no incluye a todos pero la mayoría es tan amplia en este caso que generalizar está permitido y casi es una obligación. Ocurre, por ejemplo, que en la web de un medio de información aparece una noticia sobre un político que se extralimita, por decirlo de alguna manera, engorda una factura para agenciarse unos insignificantes miles de euros y el opinador de turno se cisca en su santa e inocente madre. 'Hijo de tal y gilicual', por decir.

Sorprende cuando el enfadado forero acaba siendo el papanatas que le ríe las gracias al arriba denunciado, el que le anima en sus fechorías o, peor aun, las comparte.

Pero nos creemos todopoderosos. Nos escondemos en un nombre y una dirección de correo falsos y la veda está abierta. En realidad resulta que lo más grande que nos cuelga son los brazos y las orejas. Nos falta lo otro, llamémosle canicas, alias cojones.

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dgelabertpetrus@gmail.com