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Se denomina "síndrome de Estocolmo" a una conocida reacción psíquica que describe la extraña relación/colaboración que, en algunas ocasiones, se establece entre quien es objeto de un atropello, delito, secuestro, etc. y quien se lo provoca. Se materializa cuando el agraviado se torna en colaborador o incluso en protector del agresor. Quienes lo padecen (por ejemplo en un secuestro) pueden acabar ayudando a sus captores a alcanzar sus fines o, incluso, a evadir a la policía. Este particular cuadro médico, esa patología, esa extraña simbiosis de objetivos finales entre lo que inicialmente debieran ser intereses opuestos, define las peculiaridades de las siempre impredecibles conductas humanas.

Se llama "de Estocolmo" por haber sido en la ciudad sueca donde se detectó esta anomalía por primera vez cuando los atracadores a un banco secuestraron a varios clientes que finalmente declararon en favor de aquellos que los apresaron y a los que ayudaron a salir impunes del delito cometido. Después, y a partir de la constatación de esa patología, han surgido diversas variaciones y derivaciones de esta deformación psíquica. Como ejemplo, es bien conocida la existencia del denominado "síndrome de Estocolmo doméstico" que se manifiesta cuando, en una relación de pareja, el agresor es disculpado, o incluso defendido, por la mujer agredida.

Pero desde hace ya varios años vemos como ha surgido una nueva y curiosa variante de esa patología que podríamos, en puridad, denominar como "síndrome de Estocolmo cultural". Lo sufrirían aquellos que perteneciendo, por nacimiento a un entorno cultural bien definido (el caso de una isla es paradigmático), se trasladan a vivir a otra comunidad, se mudan a otros lares, donde son abducidos por las formas culturales de la nueva sociedad que los acoge. Esta abducción alcanza niveles patológicos que se transforman en usurpación de personalidad hasta el punto de autoconvencerse de que las nuevas formas culturales que asumen son mejores y preferibles a las que bebieron en sus orígenes. Estas nuevas formas culturales que pueden ser parecidas en su superficie con las de sus orígenes pero son distintas en su fondo transmutan la personalidad de quien sufre esa patología. El clímax de la enfermedad se alcanza cuando, de vuelta a su tierra de origen, los aquejados de esa dolencia no tienen empacho alguno en predicar con enfermiza vehemencia su conversión cultural (su particular caída del caballo) intentando incluso anular lo que antes les era propio para colonizar con sus nuevas creencias a sus antiguos convecinos.

Cuando uno se traslada a vivir a otra comunidad es común que se vaya adaptando a las características del pueblo que lo acoge y le nutre económicamente. Es de bien nacidos ser agradecidos. Pero ¿incluye este agradecimiento el trabajo de misionero plenipotenciario que expande la buena nueva entre los miembros de su antiguo entorno cultural? ¿Incluye considerar como no instruidos a quienes no desean comulgar con las nuevas bondades que, esos misioneros, han absorbido en su vida lejos de la patria original? ¿Incluye este agradecimiento el colaborar en el borrado de todos los trazos que durante siglos han preservado la personalidad de su tierra de origen?.

En Menorca tenemos buenos ejemplos de conocidos pacientes que están afectados por ese "síndrome de Estocolmo cultural". Acostumbran a deambular por las páginas de algunos medios de comunicación sembrando su nueva mies en busca de cosechas neo-culturales y pan-unificadas que, aunque ajenas a nuestra isla, anhelan imponernos con la pasión del converso para calmar los síntomas más extraordinarios de su patología. Son "tossuts" en sus manifestaciones aunque los menorquines, "caparruts", resisten sus ataques. Muchos creen que esta pasión por sustituir lo propio por lo ajeno es el colmo. Es el síndrome de "Esto-es-el-colmo".

Notas: Estos pasados días hemos aprendido una nueva forma de caridad. Dar al que no tiene se ha convertido en un espectáculo mediático. Muy poco bíblico.

Un artículo aparecido este pasado miércoles demandaba el regreso a Menorca de "los nacionalistas" que durante sus doce años de gobierno han ayudado a arruinar nuestra isla. ¡Bon ball tenim!.