Algunos niños ya me han preguntado en más de una ocasión qué es eso del Adviento. Estoy convencido de que los adultos lo saben. No obstante, me atrevo a explicarlo una vez más.
Los acontecimientos importantes exigen una buena preparación que ayude a vivirlos en plenitud. Alguien puede añadir también que todos los asuntos familiares y personales necesitan ciertos requisitos que permitan su correcta realización.
Desde la organización de las olimpiadas a los festivales cinematográficos, desde los conciertos a los congresos literarios o científicos… se sabe la gran cantidad de personas que hay detrás, además de tiempos y recursos materiales que concitan esfuerzos para llevarlos a buen puerto. No sólo en el momento de su ejecución, sino en el largo tiempo de su preparación. Muchos de vosotros tenéis experiencia de todo esto a nivel local o de nuestra isla, o también si participáis con alguna responsabilidad en determinada institución cultural, deportiva o científica.
También los cristianos tenemos grandes acontecimientos para celebrar. Es cierto que lo hacemos todos los años. La Navidad y la Pascua son nuestros grandes acontecimientos. Y no por repetidos queremos caer en la rutina o en la indiferencia ante ellos. Se acerca la Navidad. De nuevo en este año 2011. Celebramos el nacimiento de Jesucristo. Y ello es motivo de inmensa alegría para una gran parte de nuestro mundo.
Desde siempre los cristianos disponen de unos días previos para preparar dicha celebración. A ese tiempo lo llamamos Adviento. Son cuatro semanas en las que hay una profunda reflexión sobre el significado del Nacimiento de Cristo para la humanidad y para cada uno de nosotros. Nos acompaña en esa reflexión la Palabra de Dios y la Tradición de la Iglesia con los sacramentos y las llamadas a la conversión.
Se nos pide un cambio de vida, mantener viva la esperanza y una consecuente austeridad en los propios comportamientos. Hay una palabra que engloba todo este tiempo: la preparación, como nos recuerdan los profetas del Antiguo Testamento. Todo ello, además, sin dejar de mirar a nuestro alrededor para comprobar la situación socio-económica que nuestros semejantes viven en estos momentos. A pesar de las dificultades, carencias, dramas familiares y sociales, los cristianos nos obligamos a preparar bien nuestra vida ante el Nacimiento de Cristo. A la vigilancia para cumplir las enseñanzas del mismo Jesús. Es un acontecimiento cuya alegría es compartida por toda la sociedad y cuyos elementos de preparación nos pueden acercar a unos y a otros. En nombre de los cristianos, como pastor diocesano, os invito a todos a esa misma preparación.
Preparad vuestros pueblos y calles como un signo de fiesta y alegría.
Preparad vuestros hogares con signos religiosos que os recuerden la ternura de Dios.
Preparad vuestra familia para que ejerza siempre la solidaridad con los que más sufren en nuestra sociedad actual: los desempleados, los enfermos, los marginados, los inmigrantes. Fortaleced también los valores morales que fundamentan vuestras convicciones y vuestras relaciones sociales.
Preparad vuestras instituciones para que antepongan siempre la dignidad de la persona y la defensa de la vida. Esperamos en el Adviento el inicio de una nueva Vida.
Preparad vuestros corazones para que se note un cambio en el estilo de actuar renunciando a vuestros intereses, conveniencias y gustos personales y participad del amor y la ternura que debéis tener a vuestro prójimo.
Preparad, preparad… es la llamada que hacen los profetas y que los cristianos queremos celebrar y vivir en este tiempo previo a la Navidad.
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