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Se puede votar a un partido grande y que pierda o que gane, o se puede votar a un partido pequeño aunque nunca gane nada más allá de alguna sorpresa; se puede votar a un partido que lleve en su programa medidas improbables o propuestas imposibles; también se puede votar sin leer el programa de ningún otro partido ni siquiera el del que escoja, y elegirlo por lo tanto al azar o por intuición o capricho; o se puede votar a un candidato aún estando en contra de su programa, de sus discursos o incluso de su ideología, se puede contra votar, esto es, aplicar el voto de castigo y votar al contrario, al que siempre ha detestado, o ha criticado, al enemigo; se puede votar en blanco o votar mal y que salga nulo, por votar puede crear un partido y votarse a sí mismo.

También es posible votar a un partido creyendo en sus propuestas y por lo tanto habiéndoselas leído, es decir, se puede votar convencido de haber interpretado correctamente cada ambigüedad y desarrollado para sí pero con exactitud toda vaguedad y cada discurso; o se puede votar a un candidato porque patalea mejor o por cómo protesta o por sus críticas al otro o a los demás; se puede votar al que mejor pelea o a un mal menor o al que represente un cambio seguro, sí o sí, cuando uno piensa que peor es imposible.

Se puede votar a un mismo partido siempre, grande o pequeño; se puede votar con fidelidad o devoción sin valorar los intereses particulares que uno mismo tenga, o precisamente por ellos o contra ellos, se puede votar a un partido que le ha decepcionado como oposición o como gobierno o como tercero en discordia (por no haberla), se puede votar a un partido en el que ya no se confía o a uno del que no se fía ni ahora ni antes; también se puede votar con los ojos cerrados, de memoria, sin la más mínima duda, se puede votar a coro o coordinado, impulsado por unos y arrastrando a otros.

Se puede votar a una ideología aunque nunca se materialice y volver a votarla insistentemente sin condicionales ni reproches o puede votar a otra y precisamente por cómo se pone en práctica y convencido de que funciona o marchará bien en general, o al menos para uno mismo.

El 20-N cada uno votará a su manera: convencido, con devoción, resignado, castigando, con fidelidad, acompañado o acompañando, con fervor, con rabia o con orgullo, con hastío, mecánicamente, con remordimiento, a rebufo, con esperanza o desesperanzado, votará con alegría o cierta pena, mirando al pasado, al presente o al futuro inmediato, votará como sea, a su manera, con sus matices, o no yendo y en silencio. Todas las opciones están disponibles menos una: ya no hay forma de votar con ilusión. Escoja la suya.