Grupo de niñas de la clase de Janine, haciendo un respiro (gentileza de la profesora)

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Qui té hort i porc, tot l'any té bon conhort (refranero menorquín)

Escasas son las comandas de este 2011. No recuerdo exactamente si fue el pasado o el anterior que llegamos a matar tres cerdos debido a la cantidad de encargos que tuvimos que cumplimentar. ¿Será la crisis la que ha originado que de momento no tinguen moviment?

Nuestros mayores, daban por hecho que si una familia mataba cerdo, equivalía a gent benestant. De ahí, que familiares, y las vecinas también, de alguna joven que se veía cortejada por algún "passarell", una de las primeras cosas que tenían en cuenta del pretendiente era conocer su familia, su oficio, si era serio, y lo que daba el peso, si alguien hacia saber a las murmuradoras que cada año celebraban matanzas. Quedaba todo dicho, era sinónimo de gent arrenjada.

El tema, nos condujo a aquel Mahón, con sus calles limpias, que digo… limpísimas. Con sus casas de planta baja con patio y huerto, en el fondo del cual se encontraba la caseta. Esta consistía en una pequeña habitación del ancho del terreno, con una gran utilidad, principalmente el lavadero, con sus picas, sa "foganya" y otra especie de pica en forma de "còssil" donde se depositaba la ropa con el agua hirviendo i "es lleixiu", quedando limpia, depurada y desinfectada. Si el hombre de la casa era pescador o cazador, da igual los trastos de su pasatiempo, también se encontraban allí.

Cerca del lugar, el basurero y la pocilga. Las peladuras de la familia y, en muchas ocasiones, las del vecindario engordaban al marrano. Los otros desperdicios se iban amontonando en aquella especie de estercolero.

Y aquí estamos nosotras, las del talaiot de Trepucó, para relatarles algunos detalles de las matanzas de la pasada semana. Luciendo la cola del cerdo, ¡faltaba más!, la broma nos devuelve a la infancia, no hay que olvidar que es un día grande, ideal para el encuentro familiar, preámbulo de la Navidad. Después de la cena mientras los "camots", se encontraban dentro de la caldera se aprovechó para charlar junto al fuego.

Se habló de todo, se cantó, el "fielatero" i Agadet bailaron el bolero menorquín y el fandango de Mercadal. El yerno de l'amo Bep, joven interesado por todo cuanto tiene que ver con la Menorca antigua, pidió a nuestra Guideta que le explicara una vez mas de cuando vino Josep Pla. Claro que sí que lo repetí. Aquella visita fue por encargo de Ediciones Destino S. L. para que escribiera la guía de nuestra tierra. Con anterioridad había hecho lo propio en Mallorca e Ibiza.

Debo confesar que tan solo tengo una noción, tal vez inducida por las veces que mi padre habló de ello. Solía decir que tenían mucho en común, inquietud por saber de todo lo relativo al ayer. Usar boina y fumar tabaco de la tierra envuelto con "Bambú", el mejor papel de liar el picadillo. Corría el año 1948, tan solo hacia un año que mis padres se habían casado.

Pla y Caules fueron presentados por don José Cotrina, creo que era el presidente del Ateneo Mahonés, muy amigo de Gori, que le había enseñado a conducir, a la vez que era su mecánico. Aquella amistad con el catalán les llevó a que Gori, lo invitara a ir con la motora a la Fortaleza de la Mola. Quedando prendado, lo mismo sucedió con motivo de pasearlo por nuestro puerto, desde la Colàrsega hasta Venecia. Vora, vora. Decía mi padre que todos le llamaban Josep, con la particularidad que jamás se le trato como a alguien relevante, sino uno más del pueblo que escribía, como aquél que hacía de carpintero o de lampista. Estaba hospedado en el hotel Bustamante. Y cuando se vino a despedir de mi padre este le obsequió con algo que agradeció durante mucho tiempo. Un telequet de tabac de pota.

En mi casa se encontraba una carpeta con cartas y papeleo vario, que el de la motora guardaba con mucho cariño. Lamentablemente fue una más de las muchas que mamá Teresa durante su enfermedad de alzheimer hizo desaparecer. Entre ellas varias cartas de Josep Pla. En una ocasión vino un joven a hacer el servicio militar, recomendado por el escritor, al cual mi padre, que conocía a todos los altos mandos, hizo lo posible que así fuese. Paso una mili de repica talons. Durante mucho tiempo, aquel joven al llegar la Navidad nos mandaba longanizas de Vih.

Otro gran personaje, que vino el mismo año fue el fotógrafo catalán Ton Sirera, que curiosamente su oficio era dentista, alcanzando merecidísima fama, un fuera serie con la máquina fotográfica. Quedó prendado de nuestro puerto y fue uno más a los que Gori enseñó la Fortaleza de La Mola. Al igual que Pla, se instaló en el Bustamante.

A la vez que iba hablando de estos caballeros de la España del pasado siglo, el cuñado de la hermana del hijo del aparcero me pidió si sabia algo de Saturnino Ximénez, dejándolos sorprendidos al explicarles que amén de ser mahonés, militar destacado en el imperio zarista, luchó contra Turquía. Combatió con la graduación de capitán de caballería del ejército ruso en el año 1878.

Fue un enamorado de la arqueología, recorriendo todas las ciudades. Escribió en la lengua francesa e inglesa y, por supuesto, en español y en catalán. Fue colaborador asiduo de "La Vanguardia" en aquella lengua.

Uno de sus libros más destacados fue "L'Asie Mineure en ruines", dedicado al economista Francisco Cambó, con el que le unía una fraternal amistad

La prensa se hizo eco cuando en 1879 Saturnino coincidió con nuestro alcalde don Antonio Victory, que viajaba a las islas Filipinas a bordo del trasatlántico Covadonga, en el golfo de Adén. Fue la primera vez que se encontraban. Saturnino iba en un falucho esperando un cargamento de armas que debían desembarcar en el continente africano.

El profesor Saturnino Ximénez, en la Sociedad Sueco Ibero Americana de Stokolmo, el día 12 de octubre de 1923, con motivo de la fiesta de la Raza, pronunció una conferencia, "El Misticiano Iberonordico, en la literatura y en el arte".

La última vez que estuvo en Mahón corría el año 1874. Al encontrarse con el señor Victory, le comunicó sus ansias de regresar a Menorca, sus deseos de pasar sus últimos años en una casa de campo, lejos del bullicio, y morir en paz en la tierra que lo había visto nacer. Le habló de sus años vividos en Rusia y que lamentablemente un gran incendio había devorado sus cosas, entre ellas una librería con más de 25.000 ejemplares, algo que lamentaba profundamente. Al final se despidió de este mundo, lejos de donde tanto tiempo tuvo cobijo y, por supuesto, la primavera parisina de 1933, le dio su último adiós.

Al leer su historia, demuestra que sus ansias de volver a la Isla, debieron ser " ben poques", con lo viajero que fue, lo hubiera podido hacer, cosa que no hizo, demostrándonos, que a sa llengua li fan dir lo que volen.

Así di por finalizados, los relatos de antiguas historias. Hay tanto por contar, mi archivo tan extenso y mis ansias de aprender interminables, haciendo que en ocasiones me agrade contemplar la actualidad, y así lo hice, sacando de la librería uno de los muchos álbumes de fotografías que no me canso de mirar. Con ellas se contempla el futuro, preciosas niñas, enamoradas de su profesora, aprendiendo a danzar frente el mismo espejo que lo hicieron sus abuelas y sus madres. Me las mandó por correo Janyne, la hija de Ute Dalh, una de las pioneras en Mahón, dando clases de ballet, danza, gimnasia rítmica… a punto de celebrar su cuarenta aniversario, si mis números no me fallan, de presencia en la ciudad. Hoy es su hija la que ha tomado el relevo, aquella pequeña Janyne, convertida en mujer y madre de una preciosa niña.
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margarita.caules@gmeil.com