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Las amistades que mejor permanecen en el tiempo y las que sin duda dejan más huellas en el alma de uno son las que se forjan y se conservan desde la infancia / adolescencia. Aunque no hayas podido tener relación con esos amigos de forma continuada y asidua en muchos años, cuando te los vuelves a encontrar no tardas más de dos minutos en sentirte como que te debes de acabar la merienda y esperar a que termine el recreo para entrar a la siguiente clase. Efectivamente, este reencuentro produce un inmediato viaje en el tiempo, un viaje al pasado. Se detiene el tiempo por un momento y vuelve el recuerdo nunca ido y siempre vivo.

En estas pasadas fiestas de Mahón tuve la enorme alegría de recibir a uno de mis mejores amigos de mis cuatro años pasados en el internado de los Escolapios de Sarrià, Barcelona. Chileno descendiente de españoles, es ginecólogo y vive en Santiago, capital del país amigo. No nos habíamos visto en cuarenta y ocho años (¡Oh, My God!). Casi medio siglo (y todavía coleamos… ¡y como!). La sala de llegadas del aeropuerto se convirtió en un túnel del tiempo. Abrazos sinceros, emoción y presentación de las familias mutuas.

Los amigos que durante cuatro años de adolescencia vivimos, estudiamos (y rezamos) juntos, nos seguimos sintiendo unidos por aquellos mismos lazos escolapios de hace tanto, tanto tiempo. Las huellas permanecen. Y, ya en casa y casi con lágrimas en los ojos, volvimos a cantar "El Virolai". ¡Cuántas ¿cientos? de veces no habremos cantado la canción / himno de Jacinto Verdaguer: "Rosa d'Abril, Morena de la Serra, de Montserrat estel, il·lumineu la catalana terra, guieu-nos cap al Cel, guien-nos cap al Cel" ("dels catalans sempre sereu Princesa, dels espanyols Estrella d' Orient"). Los escolapios nos enseñaron a conocer y amar a Cataluña, esa tierra que siempre había sido abierta, internacional y cosmopolita hasta que llegó la peste sectaria.

Vivir en un internado te engulle en un microcosmos donde se crea un especial microclima. Allí todo tiene su propia pauta, su propio ritmo vital y, por supuesto, sus horarios y sus normas. No dudo de que todo ello forme carácter y lo moldee. Nuestra experiencia fue positiva e inolvidable. ¡Ojala pudiera repetirse! Pero "rien ne va plus, les jeux sont faits". Todos debemos de seguir jugando a la ruleta de la vida.

Hay otros amigos que, naturalmente, no has tenido alejados de tu vida tanto tiempo, sino que han venido formando parte de tu día a día. Hay de dos clases, los que has tratado con frecuencia y los que has frecuentado a distancia, aunque cuya presencia has sentido siempre a tu lado. Estos últimos, paradójicamente los devenidos más íntimos, son quizás los que más han influido en la vida de uno aunque no los hayas tratado personalmente.

Por ejemplo, en mi caso y en el terreno musical, soy un gran e íntimo amigo de Keith Richards. He pasado muchísimo tiempo con él y creo conocerle bien. Sé que durante un tiempo de su vida ha sido un tanto golfo y que ha vivido periodos muy arriesgados, pero, separando conceptos, a mí me ha sido fiel durante más de cuatro décadas y me he pasado días enteros en su compañía. Reconozco que siempre me ha reconfortado en momentos de tristeza, me ha ayudado a soñar, a ligar, ha sido compañero de juergas, de viajes, etc. Lo que se dice un buen amigo.

En el terreno literario mis amigos más antiguos han sido Hermann Hesse, Aldous Huxley, Henry Miller, etc. a los cuales, con el paso de los años, se han ido añadiendo una extensa lista de autores de los más diversos estilos.

Estos últimos días he perdido a otro amigo, esta vez del campo informático. Ha muerto Steve. Lamento mucho no haberle podido agradecer lo mucho que me ha facilitado la vida. Steve era un inventor, un sabio. Inventó un pequeño artilugio, el IPhone, que me permite abrir, leer y contestar los mails en cualquier situación o lugar del mundo en que esté. Y eso no tiene precio. Me permite acarrear prácticamente media oficina encima y poder acceder a multitud de cosas con un aparato que cabe en una sola mano. Y eso es extraordinario. Plantarte en una ciudad y ver la dirección (y el itinerario a seguir) para encontrar la oficina de un cliente no tiene precio. Steve Jobs, ese misionero de la tecnología, ha sido un benefactor de la Humanidad. Una petición a los concejales o consejeros de economía, tecnología, o "whatever" de los ayuntamientos o Consejos Insulares ¿Por qué no dedicarle una calle a quien tanto nos ha beneficiado ... aunque sepamos que no estaba normalizado y no hablaba catalán? ¡Stay hungry, stay foolish". Eso. Adiós amigo. Gracias Steve.
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Nota: Solidaridad (y respeto) para con Mercedes Rubió.