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La vida está llena de dilemas y contradicciones. Supongo que se han dado cuenta. El dilema más famoso es el de Hamlet con la calavera, entre ser o no ser. Todos los demás aparecen si antes se resuelve éste. Porque en el caso de no ser, ya no hay dilema que valga.
También somos seres contradictorios. Decimos una cosa y hacemos otra (a no ser que tengamos palabra de honor). Por eso, el médico fumaba, el político robaba o uno dejó para mañana lo que dijo que haría hoy. Nuestros firmes y más loables propósitos chocan, a veces, con una flaca y poco entrenada fuerza de voluntad.

Los dilemas conducen a la toma de decisiones. Si no tenemos que decidir, no pasa nada. Uno puede ser menorquín, español y europeo a la vez. Lo malo es que le hagan elegir entre esto o lo otro. O conmigo o contra mí. La gente radical, todo lo plantea en términos dramáticos y excluyentes. Sus motivos tendrán.

Pero la realidad no es tan simple como para reducirla a una dicotomía. Por ejemplo, el debate sobre si reducir el gasto o invertir para estimular el empleo. Tal vez haya que combinar las dos cosas, en un sutil equilibrio, pues ambas son ineludibles. Los empresarios dicen que las contrataciones flexibles crean más puestos de trabajo; los sindicatos, que fomentan el despido libre. El gobierno prefiere un contratado temporal a un parado indefinido. ¿Nos pondremos de acuerdo alguna vez, si el objetivo común es que salgamos todos ganando? Plantear la cuestión en términos: "si yo gano, tú pierdes", hace que el tema no tenga solución.

Las calles céntricas ¿deben ser peatonales o estar llenas de coches y aparcamientos? Contentando a unos, disgustamos a otros y viceversa. Confrontación de intereses diversos y legítimos pero, no nos engañemos: nunca lloverá a gusto de todos. Por cierto, espero que sobre gustos, alguien ya haya escrito algo.

"El turismo es estacional, ¿quién lo desestacionalizará? El desestacionalizador que lo desestacionalice, buen desestacionalizador será". El que supere este difícil trabalenguas podrá resolver otros complicados dilemas: Subir o bajar impuestos, dejar construir o no en zona rústica, gastar o ahorrar…Cada decisión tiene repercusiones y exige unas renuncias. Procuremos no equivocarnos, sobre todo en las cuestiones que tienen efectos irreversibles. Porque cuando no queremos pensar, actuamos por instinto y ya veremos.

El dilema entre seguridad y libertad es de los más peliagudos. Si no alcanzamos un equilibrio en este punto, podemos caer en extremismos peligrosos. Si me dan a elegir entre el caos o la tiranía…yo prefiero seguir como estoy. (A un tal Gadafi, parece que también le ha llegado su San Martín). Por un lado, pedimos más y mejores servicios públicos; por otro, exigimos recortes y menos impuestos. Lo queremos todo a la vez. Pues por pedir, que no quede…

Dilemas y contradicciones. ¿Asistir o no asistir al pregón de las fiestas? Primero piensas que no irás; pero luego corres a la plaza, para desear unas Bones Festes a todo el mundo.