Sin duda el CO2 esta de moda y la idea me gusta bastante, hoy les explicaré por qué. Les contaré cómo se vincula con la energía y como cada vez más, será un protagonista del panorama energético mundial.
Todo empieza en un sótano de París en 1977, cuando tras una explosión, Antoine Lavoisier descubre por primera vez para la ciencia, la molécula de dióxido de carbono (CO2). Una de las más importantes para la vida en la tierra que, en aquel momento, se convirtió en una "celebrity" de la química moderna, a la zaga de las tan famosas y necesarias H2O (agua) y O2 (oxígeno).
Es cierto que existen moléculas gaseosas tan importantes o más que ésta en la atmósfera. También es cierto, que la actividad humana emite otras más nocivas que deberían tener mas protagonismo que el actual. Pero, lo que hace del valorado CO2 una verdadera líder del panorama molecular es, que cuando hay combustión hay CO2. Si además le añadimos, que la combustión es uno de los procesos físico-químicos más usados hoy en día para producir energía, el resultado es calor; el CO2 es una herramienta perfecta para medir el grado de consumo energético de los países.
Dicho en otras palabras, hoy no podríamos vivir sin combustionar y combustionar es producir CO2. Tan es así que, cuando encendemos la luz de la mesilla por la mañana (es probable que esa electricidad provenga de una central de ciclo combinado que "quema" gas fósil), cuando hervimos verduras en la cocina, cuando llevamos los niños al colegio en un coche con motor de explosión, incluso cuando fumamos el cigarrito de media mañana (aquellos que fuman), estamos provocando pequeñas combustiones.
El segundo momento importante en la carrera del CO2 es aproximadamente en 1985, cuando alguien, seguramente iluminado por un ser superior y que me encantaría conocer, retoma la idea de que "si hay combustión hay emisión de CO2", y se propone convertirlo en una herramienta política a escala global.
En ese momento nace el problema de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero y, seguramente sin saberlo, dio el pistoletazo de salida a la proto-economía del carbono, un nuevo sistema para medir las "diferencias" energéticas entre países.
Es probable que su objetivo fuese menos ambicioso y tan solo buscase una forma de sacar los colores a los países fuertemente industrializados. Aquellos que estaban hipotecando el futuro de las generaciones venideras con sus emisiones. Pero la realidad es que caló más hondo y marcó un punto de inflexión en las relaciones internacionales, cristalizado en la famosa Conferencia de la Tierra de Río (1992).
El tercer momento y cuando se consolida el estrellato mundial del CO2 es, con la entrada en vigor del Protocolo de Kyoto en 2005. Un conocido acuerdo internacional que tiene por objetivo reducir las emisiones de seis gases que causan elcalentamiento global entre ellos el CO2. Fueron 187 países los que lo ratificaron y aunque hay grandes actores necesarios que aún no están presentes (USA, China…), el conjunto de países firmantes cumplen el requisito básico de reunir al menos el 55% de las emisiones mundiales.
El sistema es fácil, cada país firmante hace pública una hoja de ruta con las emisiones anuales de CO2 entre 2008 y 2012, adquiriendo un compromiso de reducción. Si un país, un año determinado, emite menos que lo propuesto, le sobran toneladas de CO2 para vender. Si un país (como España) emite más CO2 del declarado, tiene que compensar comprando al que le sobra.
Dicho así parece sencillo, pero traducido en cifras pone los pelos de punta. Por ejemplo, España es un claro emisor y necesita adquirir 150 millones de toneladas de CO2 hasta 2012, que traducido en dinero son entorno a 3.000 millones de euros. De momento, los mecanismos están poco afinados y solo algunos países y determinadas empresas de tamaños más bien grandes están obligados a llevar una contabilidad pública de sus emisiones, pero el sistema está en evolución y cada vez son más frecuentes las iniciativas que apoyan una economía del carbono a nivel individual. Algo como ir midiendo las emisiones de CO2 asociadas a nuestra actividad diaria, de tal forma que tengamos que llevar una contabilidad personalizada y podamos presumir de ser mas "limpios" porque emitimos menos que la media. Un dato, actualmente la media de emisiones de un español son aproximadamente, 9, 8 toneladas de CO2 por persona y año.
Sirvan como ejemplos de esta tendencia, el que cada vez más empresas publican las emisiones asociadas a la actividad de sus directivos y eligen un transporte u otro en función de éstas. O las empresas (cada vez son más) que indican en la etiqueta de producto la huella de carbono asociada al mismo, es decir cuántos kg de CO2 se emitió durante su fabricación. Incluso, la Comisión Europea ha lanzado una consulta pública, para valorar la implantación de una tasa del CO2, bajo el lema "quien poluciona paga", por la que los combustibles fósiles tendrán un gravamen mayor o menor en función de las emisiones de CO2 asociadas. Esto ya funciona de maravilla en los países nórdicos y parece que se impondrá en toda Europa.
Y en medio de todas estos dimes y diretes, una vez más aparece la biomasa como una alumna aventajada. Favorecida, sencillamente porque es una materia prima que contiene mucho carbono, es decir se puede combustionar, pero sus emisiones asociadas se consideran neutras (= cero) por que son de ciclo corto.
Me explico, la comunidad internacional distingue entre emisiones de CO2 provenientes de un ciclo biológico (ciclo corto) y las producidas por un ciclo biogeoquímico (ciclo largo). En las primeras se producen unos intercambios de carbono (CO2) entre los seres vivos y la atmósfera en un ciclo sostenible que es renovado en toda la tierra cada pocos años (algunos autores hablan de 20) y por eso se consideran neutras. En las segundas, tenemos una transferencia entre la atmósfera, los océanos y los suelos que dura varios miles de años. Mediante este proceso se producen los combustibles fósiles, por eso cuando los combustionamos estamos mandando a la atmósfera grandes cantidades de carbono que tardó millones de años en fijarse.
Volviendo sobre la oportunidad que supone la biomasa, además de ser un recurso energético endógeno, limpio e inagotable (si está bien gestionado el aprovechamiento), como antes mencioné, su combustión se considera una emisión de ciclo corto, es decir igual a cero.
Dicho en otras palabras, si calientas tu casa con una caldera de biomasa, produces emisiones de CO2 neutras, estas generando oportunidades de empleo en tu región, respiras un aire más limpio… en conclusión te sentirás mejor y encima ahorrarás basante dinero.
Así que recuerda, la historia esta cambiando a mejor. Vamos hacia un escenario de reducción de emisiones de CO2 de ciclo largo y pronto, cuando hagamos la compra, será habitual que miremos las etiquetas y seleccionemos los productos que menos huella de carbono dejaron. Pronto, cuando paguemos la factura de la luz o del gas, pensaremos en el CO2 que estamos emitiendo y buscaremos alguna alternativa. Entonces solo les deseo que se crucen con algún "Jedi" de la bioenergía (como yo), que les explique como calentarse o usar electricidad producida con biomasa y seguro les hará sentirse mejor y más comprometidos.
–––––––
http://rhoodenergetico.
blogspot.com/
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Menorca - Es diari
De momento no hay comentarios.