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Sabes, Rock, después de una noche de aguacero interminable, el día comenzó a clarear indeciso y un ejército de ruidos (motoconchos, bocinas, camiones y patanas) inunda las calles de Salvaleón de Higüey. Camino lentamente hacia el "parquesito" para escribirte estas líneas. Es el día de Santa Marta, y estoy pensando en tus abuelas.

Tú, Rock, eres afortunado aunque ahora no te des cuenta. Yo solamente conocí a una abuela que se fue al poco tiempo de morir mi madre, imagino que consumida por su ausencia.

Tú, Rock, tienes dos abuelas y una "abuelastra"; Na Lina, Kika y Cecilia. Cada una en su estilo y con su color y su edad.

Recuerdo, Rock, cuando conocí a Lina. Fue en Mallorca cuando realizábamos el curso de las oposiciones de Magisterio. Por las mañana hacíamos práctica en diversos colegios mallorquines y por las tardes asistíamos a unos cursos y conferencias en la Escuela Normal -que entonces estaba en la salida de la carretera de Valldemosa- y en los descansos salíamos a fumar un pitillo en los pasillos.

Yo era, entonces, un joven recién licenciado de la mili ibicenca, de cierto atractivo y simpático a más no poder (por entonces la vida no me había maleado), contaba chistes y tenía a todas (bueno, algunas) opositoras encantadas. Recuerdo a Tere, Maruja, Linita, Loli Lara y Na Lina.

Al acabar la tarde bajábamos hacia el centro de Palma en un grupo; en algunas ocasiones tomábamos unos vinos cerca de la Plaza Mayor o por la zona de Apuntadores hasta que ellas tenían que regresar a su residencia (las Reparadoras).

Aquellas salidas se hicieron más frecuentes y empezamos a cortejar hasta que concluyó la oposición y yo tuve que regresar a Jaén. Ella volvió a Menorca.
Cuando en setiembre debimos elegir plaza de destino los hombres (normal) entramos primero. Al salir me preguntó qué había elegido y le respondí que Ibiza.

Ella tenía varias opciones de quedarse en Menorca o Mallorca y eligió Ibiza. Ahí comenzó nuestra aventura en común que duró hasta el año 2004.

Llegaron los hijos (Manel, Pep, Marta y Cuc) que crecieron, volaron y se forjaron su camino y que hoy viven fuera de la roqueta.

Kika, tu abuela materna, es una mujer enjuta, viva y activa (como una ardilla) que a pesar de las dificultades de la vida dominicana sigue procreando con una facilidad pasmosa pero a la que sus hijos quieren con locura, especialmente tu mamá, Rocío. Ahora vive en La Romana y rara vez la veo.

Una está a siete mil kilómetros y la otra a escasos cuarenta y tres, pero están tan cerca y tan lejanas de mí como de ti, aunque Lina te verá con más frecuencia.

Y tu "abuelastra", la más joven de las tres, es de color prieto y alta Te ha sostenido en sus largos brazos hasta tu partida. Tu abuela, Cecilia, es una caja de sorpresas, variable como las vaguadas, atractiva como el paisaje dominicano, fuerte como los temporales y quebradiza como las casas de zinc. Espero que algún día puedas estar con las tres al mismo tiempo.