Han desaparecido del mapa político y nunca más se supo. Transcurridos unos dos meses y medio de las elecciones del 22 de mayo que actualizaron -¡y de qué manera!- el mapa autonómico y municipal de España, se ha extinguido la curiosidad del público por los miles de candidatos derrotados. Hoy día solamente importan los ganadores y quienes han logrado colocarse en los escaños de las instituciones públicas manirrotas. De muchos de los candidatos derrotados el 22-M ya ni siquiera se habla en los papeles periodísticos. Lo cual es indicativo, por otro lado, de la pasmosa rapidez con que se despacha la actualidad, cada día más acelerada.
La inmensa mayoría de los candidatos que no se alzaron con la victoria regresó a sus ocupaciones habituales; unos con la liberación del deber cumplido y otros con la frustración política todavía a cuestas. Unos aliviados por haber prestado al partido de turno el servicio de ocupar un puesto de relleno y otros molestos porque no se les asignó un puesto de salida. Unos felices por haberse apeado al fin de las vallas electorales y otros enfadados consigo mismo y con el mundo por tener que reincorporarse a sus vidas casi anónimas -valga la expresión- y sin ver satisfecha la ilusión de lograr un cargo público. ¡Cuán cruel e injusta es la carrera política!
A estas alturas del verano, en Menorca tampoco es el momento más oportuno para preguntar si el resultado corto o negativo cosechado el 22-M cabe interpretarlo como un mero paréntesis que no influirá en absoluto en la vocación y dedicación políticas de los numerosos candidatos que poblaron las listas de las formaciones, sean mayoritarias o minoritarias. Antes de la retirada de los carteles y dípticos varios, unas cuantas docenas de candidatos menorquines del 22-M se reintegraron a sus quehaceres cotidianos en la sociedad sin que la opinión pública sepa naturalmente si están dispuestos a participar en nuevas aventuras electorales.
¿Repetirán, por ejemplo, Jesús Barrasa, Mateu Llabrés o Iñaki Silveira, de Esquerra de Menorca Esquerra Unida? ¿Lo harán Maria Josep Morell, del PSM de Maó; Rafael Muñoz, Oscar García o Josep Suárez, de Els Verds; Palmer Carretero, de UpyD; Carlos Salgado, de Ciudadanos de Menorca; María Sintes, Josep Xabuch o Tònia Benejam, de Unió Menorquina; o Guillermo Alonso de Armiño, de Ciudadanos en Blanco? ¿Volverán a participar en alguna candidatura electoral Juan José Gomila Félix y Fernando Serrano Llabrés, conocidos articulistas de este diario?
¿Manifestarán en su día su disposición a integrarse nuevamente en candidaturas municipales o autonómicas del PP Josefa Morillas, Mariana López Oleo, Miguel Mercadal Audí, Margarita Prats Gomila, Antonio Barber López, Eudimio Carrasco González, Rafael Quintana Villalonga, Ramón Orfila Timoner, Fernando Marimón Morán, Ángeles Margarita Caldentey Mercadal, Manuela Soriano Ania, Úrsula Pons Huguet, Isabel Gornés Fiol, Pedro Morro Ferrá, Ricardo Riera Pons, Francisca Pons Marqués, Nancy Lauren Tew y Juan Barber Allés? ¿Expresarán idéntico propósito, respecto al PSOE, Lluís Sintes, Guillem García Gasulla, Àngels Andreu Camps, Eva Amanda Sintes Clar, Josep Borràs Atienza, Pilar Seguí Mascaró, Andreu Bosch Mesquida, Celia Osorio Tapias, Vicente Petrus Villalonga, Andrea Camps Urbina, José Reyes Bazalo, Antoni Sansaloni Pons, Catalina Huguet Triay, Mercedes Martínez Sintes, Alberto Fernández García, Valerie Byrne, Francisco Javier Pinyol Sorolla, Diana Carrasco Nardi y Juan Sales Florit?
Podrían añadirse por supuesto otras preguntas de difícil o casi imposible respuesta. Entre ellas las siguientes: ¿Cuántos de los excandidatos aquí mencionados podrán aspirar en futuras convocatorias a ocupar mejores puestos en las diferentes listas electorales? ¿Cuántos de esos mismos excandidatos serán víctimas de los procesos de renovación que puedan llevarse a cabo? ¿Cuántos excandidatos han descartado ya definitivamente renovar su compromiso para figurar de nuevo en alguna lista? ¿Cuántos excandidatos ya no recibirán la llamada de su partido?
Ya sé que ahora tocan vacaciones y no hay que precipitarse. Pero cuando llegue el otoño habrá que preguntar a los partidos sin representación en el Parlament balear, el Consell insular y los ayuntamientos si tienen previsto unos calendarios de actividades públicas o, por el contrario, prevén mantenerse retirados en sus respectivos cuarteles de invierno hasta la próxima convocatoria electoral. ¿Acaso la mayoría de ellos permanecerán inactivos y callados? ¿Intensificarán, por el contrario, su labor de conexión con las principales preocupaciones ciudadanas?
En cuanto a las dos fuerzas mayoritarias, si se mantienen fieles a la costumbre implantada en los últimos años, el PP y el PSOE cursarán sus respectivas invitaciones con motivo de las fiestas patronales de Alaior y Maó. Es una ocasión festiva que se aprovecha para contactar con sus militantes y simpatizantes, pero este tipo de convocatorias informales ni siquiera sirven para descubrir posibles fichajes.
Jolgorios aparte, es evidente que el PP, el PSOE y las restantes fuerzas políticas deberán programar otras muchas iniciativas de participación para cumplir con el objetivo tantas veces proclamado de ser unos partidos verdaderamente abiertos a la sociedad local e insular. Para reclutar futuros candidatos que, antes incluso de someterse al dictamen de las urnas, deberán asumir y aceptar que siempre llega el día en que desaparecen del mapa político. Quien sabe si por arte de magia.
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