Dentro de algunas semanas recibiremos la tercera visita de Benedicto XVI a España.
"Después del gran Papa Juan Pablo II —nos dijo en sus primeras palabras— los señores cardenales me han elegido a mí, un sencillo y humilde trabajador en la viña del Señor. Me consuela —siguió diciendo— el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar con instrumentos insuficientes y sobre todo confío en vuestras oraciones. En la alegría del Señor resucitado, confiados en su ayuda permanente, sigamos adelante. El Señor nos ayudará. María, su santísima Madre, está de nuestra parte. Gracias".
Estas palabras describen bien el carácter y el modo de ser del Papa. Estamos ante un hombre bueno y sabio que responde a lo que necesitamos en estos momentos. Es un gran servidor de la Iglesia y de la sociedad, preocupado por lo que supone evangelizar el mundo de hoy. Los que le hemos conocido sabemos que es un hombre sencillo, alegre, educado en el trato, cercano, atento e interesado por los problemas de las personas.
No nos dejemos engañar por la imagen distorsionada y los prejuicios interesados que el laicismo radical lanzó, primero contra el cardenal Ratzinger (y también contra el propio Juan Pablo II), y después contra Benedicto XVI. No nos dejemos engañar: los hechos y la persona del Papa manifiestan un carácter noble y afable, al servicio de la dignidad del ser humano, de la justicia y de la paz. Es persona humilde, abierto al verdadero diálogo y a la amistad sincera con todos. Madrid será la meta de su vigésimo viaje pastoral fuera de Italia.
Benedicto XVI es el enviado de Dios para esta nueva etapa de la Iglesia, en la que nos toca en suerte y en gracia vivir. Su pontificado coincide casi con el comienzo del siglo y del milenio. Juan Pablo II nos condujo hasta el Tercer Milenio y dejó las puertas abiertas de par en par. Las franqueó Benedicto XVI y nos invita a seguir adelante.
Durante el fecundo pontificado del Beato Juan Pablo II, fue un colaborador fiel, una de las personalidades más visibles de la Santa Sede. Trabajó incansablemente, con sabiduría y delicadeza en la Congregación para la Doctrina de la Fe. El Papa es también una personalidad muy poderosa en el plano intelectual. Y es precisamente esta faceta la que el mismo Juan Pablo II quiso destacar en una carta remitida al entonces Cardenal con motivo del 50 aniversario de su ordenación como sacerdote, en junio de 2002.
Juan Pablo II recalcó en su escrito algunas de las cualidades que más le gustaban de su fiel colaborador. "El objetivo por el que siempre te has esforzado desde tus primeros años de vida sacerdotal ha sido servir a la verdad, intentando conocerla cada vez con más profundidad y divulgarla de la manera más amplia posible".
En su primer Mensaje como Pontífice, Benedicto XVI señaló que "Juan Pablo II nos ha dejado una Iglesia más valiente, más libre y más joven. Una Iglesia que mira con serenidad el pasado y no tiene miedo del futuro". Nos recordó que haría todo cuanto estuviese en su poder para seguir promoviendo el Concilio Vaticano II y la causa del ecumenismo. Su tarea es hacer resplandecer delante de los hombres y mujeres de hoy la luz de Cristo: no la propia luz, sino la de Cristo.
Dirigiéndose a los seguidores de otras religiones, ha asegurado que con sencillez y afecto continuará tejiendo con ellos un diálogo abierto y sincero por el bien del hombre y de la sociedad. Benedicto XVI no se cansa de promover la paz para toda la familia humana y ha dedicado sus mejores palabras a los jóvenes, interlocutores privilegiados de Juan Pablo II, a los que abrazándoles con afecto les ha convocado en Madrid con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, los próximos días 18 al 21 agosto.
Estamos alegres. Seguimos adelante. Con sencillez y alegría, con ilusión, continuaremos trabajando para hacer realidad el espíritu del Evangelio en el mundo.
Bienvenido Benedicto XVI.
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