El pasado jueves, día 14 de este mes y con motivo de mi participación como profesor en el curso que sobre "Ciudades portuarias" ha organizado la UIMIR, he tenido la oportunidad, en mi brevísima estancia en Maó, de poder conocer algo más de cerca la inquietud, el interés y algunos de los problemas que el tráfico de cruceros tiene en Menorca. Por razones profesionales y personales me permito poner "sobre el tapete" algunas reflexiones al respecto: Profesionales, porque desde el puerto de Málaga llevo muchos años dedicándome, entre otras cosas, a este tipo de tráficos y alguna experiencia he acumulado y personales por mi condición de hijo y nieto de mahoneses, lo que, de alguna manera, me hace sentir menorquín.
El turismo de cruceros no es algo novedoso, como podría pensarse por los resultados de la situación actual del sector. Ya desde la década de los cuarenta del siglo XIX y de la mano de las compañías Thomas Cook y P&O tenemos noticias fiables de su existencia como tal. Desde entonces, el desarrollo de este segmento turístico ha venido transformando notablemente el producto. Se vienen sucediendo cambios sustanciales en la oferta. En la demanda se ha pasado de una élite de usuarios a amplios grupos de población solicitante.
Target, precios, costumbres, en definitiva, la popularización del mismo hacen que estemos gozando de un auténtico "boom" del segmento del crucero turístico.
Podemos encontrar muchos factores que convergen en esta situación: La tendencia al gigantismo en los tamaños y capacidades de los buques abaratan costos posibilitando una oferta de precios muy ajustada; la comparación "en tierra" con hoteles y excursiones es muy favorable al crucero en precios y calidad de servicios; la posibilidad de visitar diferentes culturas y paisajes de un día para otro, sin la fastidiosa tarea de hacer y deshacer el equipaje y sin cambiar de habitación sólo existe en la oferta crucerística; ese mismo gigantismo convierte a los buques en auténticas ciudades flotantes que proporcionan zonas "urbanas" como teatros, paseos, tiendas, áreas infantiles; la industria crucerística ofrece cada vez más servicios, más calidad, mayor aportación de valor; surgen nuevas rutas marítimas para este tráfico y las compañías buscan nuevos destinos.
En Europa, las cifras del segmento del turismo de cruceros representan, por el momento, valores discretos en relación a todo el sector turístico; sin embargo, en valores absolutos y si efectuamos la comparación estadística de los ejercicios precedentes, el gráfico resultante es impresionante. Las tasas de penetración en los mercados nos indican que el producto "crucero turístico" está aún en sus primeras fases de crecimiento.
Los buques de crucero han puesto en escena un nuevo elemento en las relaciones de los puertos con las ciudades, con su entorno. Este escenario debe ayudar para un mejor entendimiento entre ciudades y puertos, fundamentalmente, porque es un tráfico portuario "amable" en términos generales y su impacto económico, a diferencia con otros tráficos, es muy perceptible por la ciudadanía, el comercio, y el sector turístico en general.
Menorca posee atractivos más que suficientes para ser un destino de cruceros de primer orden. Las cifras de número de escalas y pasajeros que llegan al puerto de Maó en la actualidad, son a todas luces manifiestamente mejorables. Se impone la necesidad de trabajar para lograr esa mejora. Me consta que Autoridad Portuaria, Ayuntamiento de Maó, Consell, Ayuntamiento de Ciutadella, Consignatarios y otros colectivos comparten la idea y el interés por incrementar este segmento turístico. Buena parte de la economía de Menorca se basa en el sector turístico y, en consecuencia, no se puede permitir dar la espalda al turismo de cruceros, ni enzarzase en discusiones localistas. Es prioritario ponerse a trabajar. Establecer una estrategia común a la isla para lograr el objetivo de incrementar la recepción de este tipo de tráficos. A mi entender esta planificación estratégica no solo debe contemplar problemas portuarios, sino que las ciudades de Maó y Ciutadella, el entorno, el destino en suma, debe reaccionar con la máxima profesionalidad y atender a este segmento del turismo como merece, con acciones de captación de mercado y diseños de ofertas atractivas.
El crucerista es un turista muy especial: Se nos presentan todos a la vez; se van todos a la vez; tienen horarios a veces complicados desde el punto de vista de aperturas de comercio, visitas monumentales, etc…; pueden acudir en fines de semana o festivos. En definitiva, sus demandas son muy concretas y diferentes a otro tipo de turistas, por lo que es imprescindible un perfecto conocimiento de las mismas para así poder conformar una oferta adecuada a este target. Y no olvidemos que se trata de un posible prescriptor de nuestro destino: la imagen, las sensaciones que logremos trasmitirle es un importante bagaje de argumentos para su vuelta a la isla con una estancia más larga o para que aconseje nuestro destino en su propio origen.
Según el European Cruise Council, el gasto por pasajero de crucero, durante el ejercicio 2010, fue de 61€ por escala. Multipliquen, tomen nota y actúen en consecuencia.
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