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El presidente José Luis Rodríguez Zapatero se ha visto obligado a aplicarse a sí mismo las medidas de ajuste y decidir adelantar las elecciones al 20 de noviembre. La situación económica, las presiones de los mercados, la desconfianza sobre la eficacia de cualquier medida promovida por una administración en tiempo de prórroga, no permitían demorar más la celebración de las elecciones generales. El cambio de Gobierno, como se ha visto en otras instancias, ofrece la oportunidad de generar una confianza necesaria para llevar a cabo las reformas todavía pendientes y encarar los meses duros que España tiene por delante. Los ciudadanos están sufriendo las consecuencias de este largo periodo de recesión, a las que ahora se añaden las medidas que afectan a una administración pública con las arcas vacías, ante las exigencias de Bruselas para que se apliquen acciones drásticas de reducción del gasto y cumplir así los objetivos de déficit público. Eso también lo pagarán los ciudadanos, a pesar de las promesas políticas de que los ajustes no afectarán a servicios y prestaciones básicas. Las elecciones son también una oportunidad para que los votantes recuperen algo de confianza en los gestores de la cosa pública.