Ravaleta años 50. Esta era la calle que tanto queríamos, que perdió su identidad y jamás volverá a ser. A la izquierda la farmacia de Florián Ruiz del Campo, actual Félix. El Mesón, el hotel Central y la pensión con el mismo nombre, casa Estrada. Al fondo casa Sturla, a la derecha, la lechería de José Valverde López, Teléfonos y el rótulo del señor Gomila "es barber". Fotografía de Dolfo y archivo de esta servidora M. Caules

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Tras la proposición de Ernesto Félix y su hija Sonia, de recordar el 50 aniversario de la farmacia, que acepté de inmediato, sentí algún resquemor al pensar que no sé jo, com anaria la cosa. ¿Sabría adentrarme en términos de botica? Recurrí a viejos remedios, untada con ungüentos ancestrales, oliendo a inciensos, recordando que antiguamente eran vendidos en las mismas, me revestí de coraje y me presenté en Sa Ravaleta 5, donde me esperaban padre e hija, no quería defraudarles. No puedo negar que tal honor hacía subir mi ego humano, cayendo en tentación de enterarse mi antiguo párroco don Miguel Villalonga, la penitencia habría sido més llarga que un dia sense pa.

A Ernesto Félix Bosch lo conozco desde pequeña. Nuestros padres todos los años daban la vuelta a la isla en su barca, fue su mecánico y les unía una amistad procedente de sus mayores, hombres dedicados a las artes del mar. Lo mismo que con los de Maruchi. De ella guardo estas cosas que a las pequeñajas encanta. Observar una niña algo mayor, guapa, dulce y no puedo ni quiero olvidar a su madre, mi querida Industria, que me regalaba anillos y pendientes con brillantes, por lo menos a mí parecían autèntics. Dejando los recuerdos y sentimientos también, para entrar en detalles que jamás se olvidan.

Al preguntarle a Ernesto recuerdos del primer día, la emoción de los mismos se confunden entre sus más allegados, las primeras ventas fueron a los mismos y el primer trabajo de laboratorio fue cierto producto para la madre de su novia.

Aquel lunes 10 de julio 1961, tras cerrar el negocio, fue en busca de su prometida que también había montado una coqueta tienda en la calle Nueva, junto al Rosabel, i ca na Segó. Donde por tiempo fue un comercio de ortopedia. Maruchi Nicolás Llabrés, respaldada por su madre, dona de molta empenta, atendía en Picnic, ofreciendo productos que ilusionaban a la juventud de los 60. Conjuntos de punto en tonos pastel y los pañuelos de cabeza al estilo Brigitte Bardot, sinónimo d'anar molt modernes. El invierno de aquel año la mayoría lucimos preciosos plumas color penicilina, lo més novedós de tot.

Como iba diciendo, al llegar Ernesto a Picnic en busca de su prometida, aquella le preguntó… Ernesto, què has fet de calaix? 1.200 pesetas, respondió, mientras ella con su sonrisa picarona añadió… a jo m'ha anat molt millor…

Efectivamente, el negocio de la farmacia no era para hacerse ricos, muchas horas muertas, otras preparando en la trastienda jarabes, pastillas, sellos …

Con la particularidad de que las recetas de la llamada Seguridad Social eran cobradas tres meses después.

Al preguntarle por los productos más solicitados en sus inicios, fui tomando nota de: Agua del Carmen, Cerebrino Mandri, Piramindón, Aspirina, Cafia, barbitúricos para dormir, inyecciones de todas clases, supositorios, parches Sor Virginia, Termosan, Vics Vaporub, Lasa con codeína para paliar la tos, Agua de Carabaña, la solución. Mientras en la trastienda el farmacéutico elaboraba las fórmulas magistrales como la recordada poción gomosa que los señores Doménech, Antonio Roca recetaban frente una gripe, y con ellos los galenos de la época.

La sorpresa en su primera semana fue al ser designado de guardia, siete días seguidos, con sus noches. Durante las mismas tan solo se despachaba los fármacos de ser solicitados por el sereno. También se hacían curas, algún atropello producido por una bicicleta, una caída en plena calle, cosas sin importancia, tenían por costumbre acudir a la farmacia más cercana en busca de la primera cura, que se llevaba con rapidez y eficacia i sense cobrar ni una pela.

Curiosamente, su antecesor el señor Florián Ruiz del Campo fue el primer presidente de la Cooperativa Farmacéutica, Cofarme, que se encontraba en la calle de la Luna, donde en varias ocasiones hubo de dirigirse Ernesto Félix en aquellas noches de guardia en busca del medicamento solicitado, mientras el cliente le guardaba sa farmàcia. Menudo cambio hasta llegar a nuestros días. Que no te pots ni fiar estant sa casa tancada. Al finalizar el servicio del cuerpo de serenos, entre ellos el popular Cecilio, la cosa dio un cambio importante, encargándose de aquel cometido los guardias municipales. Más tarde llegarían las puertas metálicas y es finestrons.

Y vuelvo atrás en el tiempo, al poco de abrir la nueva farmacia, Ernesto se dio cuenta de que precisaba de alguien que le ayudara, y quién mejor que Octavio Gomila, al cel sia. Que a modo de favor acudía, varias horas, ni tan siquiera media jornada.

Pasó el verano, el invierno y cuando la primavera se asomaba, Ernesto y Maruchi se casaron, montando su hogar en el primer piso de la farmacia. Es poticari, ni tan siquiera sortia per es carrer, pujava i devallava s'escala de ca seva Los hermanos Saura le instalaron un timbre junto su cama y de ser reclamado en las noches de guardia, bajaba com un llamp atendiendo i cap per amunt.

Aquel insistente ring… que despertaba al matrimonio, no tardó mucho en hacer lo propio a un precioso niño que dormía junto a ellos en su cuna. Era la bendición de los cielos, los hijos, la riqueza mayor de cualquier familia. La vieja farmacia vestida en tonos oscuros de viejas maderas, se llenó de luz y alegres risas, tres chiquillos se encargaban de ello. Baltasar, Isabel y Juan, más tarde llegó la benjamina a modo de tardanilla, una muñeca rubia en la que todos se volcaron, na Sonia. Parece ayer cuando jugaban al escondite en la trastienda escondiéndose entre cajas de Pelargon y grandes rollos de celulosa, la vida iba tirando de la familia.

La actual Ravaleta tiene mucho que envidiar de la otra calle que todos conocimos, llena de vida, de coches camiones de reparto que se paraban y los transeúntes sabían esquivar, sin prisas, era la chispa de la ciudad, el ir y venir, tal cual ocurre con las principales ciudades europeas, dando calidez. El mesón y sus tertulianos, Llufriu, el hotel Central, casa Terrés, los Vives, la lechería de la esquina, la Mariposa, Dandy, los Quintana, los Mercadal, los Tomas, Mirca, cas Camiser, a can Pota, los Florit, las Medias, los inconfundibles aromas de Adrián, Alejandre, la oficina de Teléfonos y sus telefonistas, Juan Estrada... todos ellos bajo la atenta mirada tras los cristales de la barbería de Gomila y sus muchachos, que no sé por qué será, en esta clase de comercios s'esclovellava tot.

Por las mañanas, las mujeres, de camino al mercado y la pescadería, se paraban en la farmacia Félix, Ernesto, siempre amable y solícito atendía lo que le iban pidiendo, extraído de una lista mezcla de manades de sopa, tomàtics i carn per olla… Al mismo tiempo que crecía la clientela, hubo de buscar alguien que lo ayudara y tuvo la suerte de encontrar el muchacho ideal. Un al·lot, serio, dispuesto a trabajar, con don de gentes, solícito, educado y que a la vez sabía fer una brometa. Aquel joven llamado Arturo Bagur llegó a ser un miembro más de la familia, durante 26 años estuvo en la casa, demostrando a todos que sería y fue un alcalde que marcó época, no era el PSOE quien ganaba la alcaldía, sin duda alguna el éxito lo alcanzaba él, a Arturo Bagur incluso las derechas mas recalcitrantes lo votaban, por su valía. Fue querido por todos. Después se incorporó Enrique Amer, del que tanto se podría escribir , querido y respetado por todos, que había sido compañero de juegos per es carrer de Ernesto, siempre tan divertido, fer feina amb ell era massa. A través de los años se incorporó su hijo José. Pero antes de detallar cuántos pasaron por la casa, decir que…

En 1969 se llevó a cabo otra reforma muy lograda por Joaquín Datzira, reconocido interiorista, gran pintor de un gusto muy exquisito con miras a un futuro. La casa es preciosa, fue él que marcó las pautas a seguir. El constructor Francisco Vinent "alias en 29", los carpinteros, electricistas siempre fueron los mismos, al igual que el fontanero. (Espero que mi apreciado Ernesto no me renyarà pero tendré que continuar).

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margarita.caules @gmail.com