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La evolución de la poesía en lengua castellana de posguerra se vio muy condicionada por las circunstancias histórico-sociales que envolvieron la vida española de aquel periodo. El proceso de rehumanización que se había iniciado en la década de los años treinta, se incrementó como consecuencia de la Guerra Civil y sus dramáticas consecuencias. Frente a la línea poética de exaltación nacionalista y de evasión de la realidad, prosperó otra de carácter existencial, que expresaba la angustia vital de la persona humana y que derivó en la llamada poesía social o comprometida. En palabras de Dámaso Alonso: Para otros el mundo es un caos y una angustia, y la poesía una frenética búsqueda de ordenación y de ancla. La preocupación fundamental del poeta seguirá siendo el hombre, pero ya no únicamente su problemática individual, sino sus problemas en medio de la sociedad. En ella la solidaridad y el sentimiento de pertenencia al colectivo social son su esencia. El poeta asume un compromiso ante la injusticia, el sufrimiento y la miseria que no le permite ser neutral. El objetivo principal es, pues, testimoniar la realidad presente española con un claro matiz crítico e inconformista. Para ello se vale de un lenguaje claro, directo y coloquial con la intención de hacerse accesible a la mayoría social. En este entorno literario es en el que encontramos a José Hierro (Madrid,1922-2002). Aunque nacido en Madrid, una parte importante de su vida transcurrió en Santander, especialmente su infancia y adolescencia.

Encasillado, habitualmente, en la corriente de la poesía social, su poesía, sin embargo, siguió siempre una tendencia intimista, con un estilo rico en imágenes, que le distingue claramente de sus compañeros de generación, como es el caso de Blas de Otero o Celaya. Su obra es una manifiesta transición entre la poética de aquellos que considera sus maestros, poetas de la generación del 27-Alberti,Lorca, Aleixandre, Gerardo Diego- y la modernidad. Es también notoria la admiración que siente por Rubén Darío, Machado y Juan Ramón Jiménez, cuyas lecturas influirán en su creación literaria.

Al acabar la guerra española fue detenido y procesado por pertenecer a una organización de ayuda a los presos políticos e ingresó en prisión, con diecisiete años, donde sufrió torturas y vejaciones y cuyo calvario se prolongó más de cuatro años. Fue una durísima experiencia que marcaría su trayectoria vital y que tuvo un fiel reflejo en su obra. En prisión desarrolló una intensa actividad y en la producción de ese periodo quedaron plasmadas muchas de las experiencias vividas durante la guerra.

La principal virtud de su poética es que no incurre en los vicios de la poesía social: descuido formal, vocación propagandista y un indisimulado afán de proselitismo. Hierro fija sus principios poéticos en una lúcida reflexión sobre la realidad del hombre. Sus preocupaciones existenciales son las mismas que afectan a cualquier persona de su tiempo: Yo, José Hierro, un hombre/ como hay muchos, tendido esta tarde en mi cama, volví a soñar. En su peculiar visión del mundo conviven lo racional e irracional, lo individual y lo colectivo, lo emocional y lo conceptual. En 1947 publicó sus dos primeras obras: Tierra sin nosotros y Alegría. En la primera describe, mediante espléndidas metáforas, el triste panorama de un país en ruinas. Destaca, entre sus poemas, el estremecedor Canción de cuna para dormir a un preso, unas nanas carcelarias en las que el dolor de la realidad determina una conciencia original. Dice el poeta: Cuando una experiencia terrible, cuando la vida se impone, las diferencias entre el poeta y el hombre se borran. Así se ha convertido en el testigo de su hora. Surge así una poesía testimonial, exprimida de la vida y arrebatadoramente existencialista. También es importante aquel en que se dirige a un esteta y en el que afirma su postura antiesteticista. (…) No has venido a la tierra a poner diques y orden/ en el maravilloso desorden de las cosas./ Has venido a nombrarlas, a comulgar con ellas/ sin alzar valles de gloria.

Alegría es la contrapartida del anterior. A través de una exaltación vitalista proclama la necesidad de la esperanza, sin dejar del todo un cierto tono amargo y pesimista. Llegué por el dolor a la alegría…, toda una declaración de intenciones sobre la reivindicación del goce de la vida. Esta visión se convirtió en escepticismo y sufrimiento existencial en sus siguientes poemarios Con la piedras ,con el viento(1950)y Quinta del 42(1952). En el primero rinde homenaje a dos de sus maestros: Gerardo Diego y Juan R. Jiménez. En palabras de su autor: un poema sobre un amor que se recuerda, el primer amor, que nunca se olvida. En sus obras está muy presente el paso del tiempo y las pérdidas que comporta. El amor se contempla desde un pasado nostálgico. En el segundo reaparece el tema de España de claras reminiscencias noventayochistas. En él alude a la última quinta movilizada con motivo de la guerra, aquella que soportó la tragedia, sin llegar a intervenir en la contienda. Destaca en él su famoso Canto a España: Oh España, qué vieja y qué seca te veo…

Su obra se caracteriza más por la expresión de vivencias personales que se presentan como colectivas. Hierro parte de hechos anecdóticos y eleva lo cotidiano y aparentemente vulgar a la categoría lírica. Él señala dos líneas en su obra: la de la crónica, en la que prevalece la anécdota y la de las alucinaciones, con predominio de procedimientos imaginativos y visionarios y en la que todo aparece como envuelto en la niebla. Esta última dio título a su Libro de las alucinaciones(1964). En él Hierro apuesta por el misterio sugerentemente expresado y manifiesta sus inquietudes estéticas.

En 1974 aparece una edición de su poesía completa con el título Cuanto sé de mí . Tras veintisiete años de silencio, en 1991 publicó Agenda y Cuaderno de Nueva York en 1998, creación esta última muy original, considerada una obra mayor de la poesía contemporánea, en la que el autor establece un diálogo con la gran ciudad en que tiempo y espacio entrelazan sus coordenadas. Así, aparecen en sus poemas figuras tan diversas como Beethoven, Gershwin o Alma Mahler.

Ejerció un tiempo como crítico de arte y colaboró muchos años en Radio Nacional de España, donde impulsó la afición por la poesía.

Extremadamente discreto, modesto y pudoroso, creador de una obra más intensa que extensa, de verso desnudo y profundo, José Hierro es, posiblemente, el poeta que mejor ha vertebrado la dimensión radical del hombre ante el tiempo y las propias desilusiones.
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P.S. Tras esta primera temporada de colaboraciones literarias, y con la llegada del verano y el calor, vamos a tomarnos el lógico descanso estival. Acabado el bochorno, volveremos con el beneplácito de la dirección. Molt bon estiu a tothom¡¡¡